Full text: segunda série, tomo 8 (1866) (1866,8)

  
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Sobrehumanos para verla y mi corazon se en- 
tregaba á la esperanza. Queria gritar, pero 
mi voz no pasaba de mis labios; el ruido de 
la Invia al caer sobre los árboles y sobre los 
techos lo ahogaba todo, y sin embargo decia 
para mi: «Me oyen... ya vienen...» Parecía- 
me ver que la linterna subia por el sendero 
del jardin y que la luz aumentaba cada pa- 
$0; pero despues de haber errado algunos ins- 
tantes en el campo de batalla, entró lenta- 
Mente por una quebradura del terreno y des- 
apareció, 
Entonces volví á caer sin conocimiento. 
XV. 
Cuando recobré el sentido encontréme en el 
interior de un gran cobertizo en forma de 
mercado , sostenido por pilares; un enfermero 
me daba á beber vino y agua, que me senta- 
ba muy bien. Al abrir los ojos ví 4 un solda- 
do con bigote cano que me levantaba la cabe- 
za y sostenia el vaso en mis labios. 
— ¡Hola! me dijo con buen humor, ¿parece 
que estamos mejor? ; 
No pude dejar de sonreir al pensar que 
vivia aun. Tenia el pecho y el hombro izquier- 
do sólidamente vendados; sentia allí como una 
especie de: quemadura , pero eso poco me im- 
portaba desde el momento que vivia. 
Empecé por mirar las gruesas vigas que se 
eruzaban en el techo y las tejas por entre las 
que entraba la luz por mas de un sitio; des- 
pues volví la cabeza y reconocí que estaba en 
uno de estos vastos cobertizos donde los eer- 
veceros Gel pais ponen al abrigo de la intem - 
perie sus toneles y sus carros. Al derredor 
del cobertizo sobre colchones y jergones habia 
una multitud de heridos, y en el centro, so- 
bre una gran mesa de cocina, un primer mé- 
dico y sus dos ayudantes, con las mangas de 
la camisa arremangadas, cortaban una pierna 
á un herido, que daba gritos desgarradores, 
Detrás de ellos habia un monton de brazos y 
Piernas que me causaban una dolorosa impre- 
sion, | 
Cinco Ó seis soldados de infantería daban de 
beber 4 los heridos, con jarros y vasos. 
Pero lo que me causó mayor impresion fué 
ese médico en mangas de camisa que cortaba : 
sin hacer caso de nada; tenia una gran nariz, 
las mejillas ahuecadas, y se incomodaba cada 
minuto con sus ayudantes, porque no le 
daban con bastante rapidez los cuchillos , las 
pinzas, las hilas, el lienzo; $ porque no en- 
jugaban en seguida la sangre con la esponja. 
- Y sin embargo no lo hacian del todo mal, 
E 
HISTORIA 
Puesto que en cosa de un cuarto de hora ha-- 
bian cortado ya dos piernas, ; 
En la parte exterior, arrimado á los pilares: 
habia un gran carro lleno de paja. 
Acababan de extender sobre la mesa una 
especie de granadero ruso, que tendria á lo 
menos seis piés de estatura, atravesado el cue- 
llo por una bala cerca de la oreja, y en el mo- 
mento en que el médico pedia los bisturis pa- 
ra hacerle una operacion, pasó otro médico: 
por delante del cobertizo, un médico de caba- 
llería, grueso, corto y picado de viruelas. 
Llevaba una cartera debajo del brazo, y se 
detuvo cerca del carro, gritando con tono ale- 
gre: 
—¡ Hola, Fore] ! 
—¡Hola! sois vos, Duchene! respondió: 
nuestro médico. ¿Cuántos heridos hay? 
—De diez y sicte á diez y ocho mil. 
—¡ Diablo! ¿y qué tal vamos esta mañana? 
-"«-No va mál. Voy á ver si encuentro algo 
para comer. 
Nuestro médico salió del cobertizo para es- 
trechar la mano á su compañero; pusiéronse 
á hablar tranquilamente, en tanto que los 
ayudantes echaban un trago y que el ruso 
hacia gestos de desesperacion. 
—Mirad, Dachene , no teneis mas que se- 
guir la calle hasta llegar 4 aquel poso, ¡ veis? 
—Muy bien. E 
—En frente mismo encontrareis la cantina. 
—Bien , gracias, echo á correr. 
El médico de caballería partió, y el nuestro 
le dijo: 
—Que haya buen apetito, Duchene. 
Despues volvió al lado del ruso que le es- 
peraba, y empezó por abrirle el cuello desde 
la nuca hasta el hombro. Trabajaba de muy 
mal humor, diciendo 4 los ayudantes : 
—Vamos, señores, vamos, 
El ruso suspiraba, como puede calcularse; 
pero el médico no le hacia caso; y por fin ar- 
rojando una bala al suelo le puso un vendaje 
dijo: 
— Quitadle de ahi. 
Levantaron al ruso de la mesa, le exten . 
dieron sobre un jergon, y trajeron otro he- 
rido, : 
Jamás hubiera creido que semejantes cosas 
pasasen en el mundo; pero otras yí aun cuyo 
recuerdo no se borrará jamás de mi memoria. 
A cinco Ó seis camas de la mia estaba sentado. 
un cabo viejo con la pierna vendada; guiña- 
ba el ojo, y le decia á su vecino 4 quien aca- 
baban de cortar un brazo: 
. —Recluta, mira en ese monton; apuesto á.- 
que no reconoces tu brazo. : 
El recluta, perdido el color, sin embargo 
de que habia mostrado el mayor valor en la. 
operacion, miró 6 inmediatamente perdió el 
 
	        
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