526 HISTORIA
junto al lindero, me encuentro con uno de
esos grandes hoyos en-donde los labriegos yan
á buscar arcilla para edificar. Tenia mas de
veinte piés de largo por cuarenta Ó cincuenta
de ancho; la lluvia que caia hacia algunos
dias habia yuelto los bordes en extremo res:
baladizos ; pero yo que sentia el soplo de los
caballos cada vez mas cerca, sin prestar aten-
cion á nada, doy un salto y caigo en este
agujero, con las fornituras , la cartuchera y el
capote que al caer me envolyieron la cabeza;
allí estaba otro soldado de mi compañía que
se levantaba y que habia querido saltar como
yo. En el mismo instante, dos húsares á todo
escape deslizáronse á lo ancho de esta pen-
diente resbaladiza sobre la grupa de sus ca-
ballos, El primero de estos húsares , con el
rostro encendido, descargó primeramente so-
bre la oreja de mi pobre camarada un sablazo
jurando como un endemoniado; pero al le-
vantar el brazo para acabar con él, le hundi
mi bayoneta en el costado con todas mis fuer-
zas. Al mismo tiempo el otro húsar me daba
por la espalda un golpe que me hubiera par-
tido en dos á no ser por la charretera ; iba 4
matarme , si felizmente un golpe de fusil que
le descargaron de arriba no le hubiese roto la
cabeza, Miré, y vi á uno. de nuestros soldados
hundido hasta media pierna en la arcilla, Ha-
bia oido los relinchos de los caballos y los vo-
tos de los húsares, y se habia adelantado has-.
ta la orilla del hoyo para yer lo que pasaba
en él. RÓS :
- —Y bien! camarada, me dijo riendo, he
llegado á tiempo! .. ]
No tuve fuerzas para contestarle ; temblaba
como un azogado, Quitó su bayoneta, y me
_ alargó el cabo de su fusil para ayudarme á
subir, Entonces cogí la mano de ese soldado,
y le de es : 1 :
—Me habeis salvado la vida... ¿Cómo os
llamais? BE
Me dijo que se llamaba Juan Pedro Vincent.
Despues he pensado muy á menudo, que si
llegaba á encontrar á ese hombre , me consi-
deraria muy feliz si podia serle útil ; pero dos |
dias despues tuvo lugar la segunda batalla de
Leipzig , á la que siguió la retirada de Hanau,
y no le he vuelto á ver.
El sargento Pinto y Zebedé llegaron un
instante despues. Zebedé me dijo :. eo
—Aun hemos tenido suerte esta vez, Josés
á estas horas somos los dos únicos falsbur-
gueses que quedan en el batallon.,. Los hú-
sares acaban de matar 4 Klipfel !
—¡¿Le has visto ? le, preguntó cubierto el.
rostro de palidez. al
—Sí, ha recibido mas de veinte sablazos ;
gritaba : «Zebedé | Zebedé !»
Un instante despues , añadió:
—Triste es oir 4 un compañero de infancia
que nos llama á su socorro y no poderle ayu-
dar... Pero :ellos eran demasiados!... le ro-
deaban ! >
Eso nos puso tristes, y las ideas del país
volvieron otra vez á embargarnos. Represen-
_tábame á la abuela de Klipfel cuando reci-
_ biege la noticia, y esta idea me hizo tambien
pensar en Catalina! BGDIT 4
Desde la carga de los húsares hasta la no-
che , permaneció nuestro batallon en la mis-
ma posicion, tiroteándose con los prusianos.
Les impedimos que ocupasen el bosque y ellos:
nos impidieron subir la cuesta. Al dia siguien-
te supimos porqué. Esa cuesta domina todo
el curso del Partha, y los contínuos cañona-
zos que olamos venian de la division Dom-
browski, que atacaba el ala izquierda del
ejército prusiano , y que queria ir en socorro:
del general Marmont en Mockern : allí, vein-
te mil franceses posesionados en una torren-
tera, entretenian á los ochenta mil hombres.
de Blucher; y del lado de Wachau, ciento
quince mil franceses empeñaban batalla con-
tra doscientos mil austriacos y rusos ; mas de
- mil quinientas piezas de artillería hacian fuego
de una y. otra parte. Nuestro tiroteo, en la
cuesta de Wetterich, se parecia: al zumbido
de una abeja en medio del huracan. Y hasta
algunas veces cesábamos de tirar de una y
otra parte para escuchar,.. Aquello me pare-
cia espantoso y por decirlo asi sobrenatural;
el aire estaba, lleno de humo de pólvora, la
tierra temblaba bajo nuestros piés ; los yete-
ranos como Pinto decian que jamás habian
oido cosa igual. A. h
A. eso de las seis llegó por nuestra izquier-
da un oficial de estado mayor con una órden
para el coronel Lorain, y casi en seguida se
tocó retirada, La carga de los húsares prusia-
nos. y el tiroteo nos habian costado sesenta
hombres. cant arado 1
Era ya cerrada la noche cuando salimos del
bosque, y en la orilla del Partha habia tantos
cajones, convoyes de todas clases , cuerpos
de ejército en retirada, destacamentos y car-
ros de heridos que desfilaban sobre dos puen-
tes, que tuvimos que esperar mas de dos ho-
ras antes que llegara nuestra vez. El cielo es--
taba sombrio , el estruendo de la artillería se
dejaba oir todavía de cuando en cuando; pero ,
las tres batallas habian concluido, Corrian vo-
ces de que en Wachau habíamos batido á log.
- austriacos y rusos, al otro lado de Leipzig; pe-
ro los que. volvian de Mockern estaban tristes, .
y nadie gritaba: Viva el emperador ! como
despues de una victoria,
Llegados á la otra orilla, el batallon des-
cendió el Partha media legua larga hasta el
pueblo de Schoenfeld ; la noche era húmeda,
ein