Full text: segunda série, tomo 8 (1866) (1866,8)

DE UN HEREDERO. 53 
Zoncito. El otro proyecto que habia concebi- 
do, desgraciadamente no ha tenido el mismo 
resultado y creo que debo renunciar á 61 por 
Completo. Pero este es el mas esencial... Un 
buen negocio, hábilmente preparado y pru- 
dentemente conducido... Eh! eh! los enemi- 
£os de M. Fiiteau pueden hablar de él con 
lan poca caridad como les parezca. En todo 
£aso, no se atreyerán á decir que es un ne- 
cio El pobre M. Fliteau tiene. sus ideas, y 
ho desespera salvar su buque cuando le creen 
Próximo á4 naufragar. Ha sabido con tiempo, 
Segun la ingeniosa comparacion de una mujer 
"2 talento, coger sus chinitas, como:el Petit- 
Oucet, y sembrarlas con destreza para en- 
Contrar de nuevo su camino, en medio de 
los sombríos sotos, para escapar al ogro de la 
miseria, el único y verdadero ogro de la yi- 
da real.» 
Continuando este agradable monólogo, Mr. 
Xliteau se paseaba por su aposento frotándose 
5 manos. Sus ojos grises chispeaban en sus 
Úrbitas, y á cada movimiento que hacia, sus 
£ncanecidos cabellos parecia que se crispaban 
2 gozo. 
«Veamos, añadió, sin embargo yo debo 
Pensar en mi visita, Es cosa de vestirse y 
adoptar el aire imponente que exigen las cir- 
Cunstancias... 500,000 francos | Sí, creo que 
el viejo Mazerolle, que no era mas ladino 
que yo, sino mas afortunado, ha podido muy 
bien dejarles 4 sus hijuelos un milloncejo, 
que debe dividirse en dos partes iguales, y 
el buen Roberto, á quien será necesario ca- 
Ronizar algun dia, si continua siendo tan vir- 
huoso como hasta aquí, á buen seguro no dis- 
ininvirá en un céntimo la: parte que corres- 
Ponde á su hermana. Vamos! no hay tiempo 
que perder, El hierro se ha de batir mientras 
está caliente ; este es un axioma de un herre- 
To que no debe echarse en olvido cuando este 
lerro representa un lingote de 500,000 fran- 
COS, » 
Al expresarse de este modo, el sagaz ancia- 
RO se quitó la bata, la dobló y colocó metó- 
dicamente en el respaldo de un sillon, abrió 
UA armario, sacó de él una corbata blanca, 
Ena levita negra y un chaleco reservado para 
las grandes solemnidades , se vistió con es- 
nero , tomó el baston y el sombrero, y ha- 
biendo dado algunos pasos hácia el aposento 
e su hijo, al pasar el umbral :... «No, mur- 
Imuró deteniéndose en el corredor, vale mas 
Bo verle; tal vez me repetiria que aun no es- 
tá bien seguro que esa jóven consienta en ca- 
Sarse con él, que ella es rica y él no (pobre 
muchacho , lo es todavía menos de lo que se 
figura), y que no siente ningun deseo de re- 
Bunciar tan pronto 4 su libertad , y que no 
Quisiera que se le acusara de haberse casado 
por conveniencia.... y otras pamplinas por el 
estilo. Es singular el poco conocimiento que 
tienen estos jóvenes de la vida práctica. ¡Cuán- 
tas tontunas harian, si se vieran abandonados 
á sí mismos | » 
« Despues de esta reflexion , M. Fliteau bajó 
con presteza la escalera del vestíbulo, y se 
encaminó hácia Saulnes , estudiando el mag- 
nífico discurso que se proponía dirigir á Rober- 
to. Pero el ramaje de los bosques murmura- 
ba plegándose y balanceándose al ligero soplo 
de la brisa ; los insectos zumbaban en el aire 
y sobre el césped ; un regaliolo, oculto deba- 
jo de una hoja de encina, hacia oir su agudo 
acento ; á alguna distancia, un jóven campe- 
sino que conducia á pacer á sus vacas canta- 
- ba el estribillo de una cancion rústica. Todos 
estos ruidos distraian á M. Fliteau de sus me- 
ditaciones, 
«¡Qué absurdo es, se decia, creerse obliga- 
do á pasar el verano en el campo ! ¿Hay álgo - 
mas insípido y pesado? Los pájaros chillan sin 
que se les pueda imponer silencio ; las moscas 
impertinentes se colocan con el mayor desca- 
ro en la punta de las narices ; los mosquitos 
le chupan á uno la sangre; las avispas cuya 
picada duele mucho atormentan sin cesar y 
caen orugas en la sopa. Se ve uno rodeado por 
un sin número de animaluchos, sucios y re- 
Pugnantes á la vista; los vestidos se enredan en 
las zarzas; se atraviesan caminos vecinales en 
los que se corre el riesgo á cada paso de hacer 
trizas las ruedas del carruaje... Tropieza uno 
á cada momento con hombres groseros, igno- 
rantes y mal vestidos, y con mujeres feas y 
sin gracia. Y 6 esto llaman los poetas las de- 
licias de la vida campestre. ¡ Vaya unas deli- 
cias! ¡Bueno! por ahí silba un mirlo. Es el 
mas sabio de la turba, que se burla de los 
Que pasan. ¡ Bien! para completar el concier- 
to, ahora canta una cigarra, Animal tonto que 
despues de haber perdido inútilmente el tiem- 
po durante el verano, se verá obligado en el 
invierno á implorar la compasion de la avara 
hormiga. » : 
Al recordar esta fábula de La Fontaine, el 
buen Fliteau ignoraba que la cigarra no tiene 
que temer los rigores del mal tiempo, porque 
muere antes de que llegue el invierno, 
La rama de un árbol en la que no habia pa- 
rado la atencion y que le derribó el sombre- 
ro y un moscardon que revoloteando le rozó 
un ojo, aumentó su cólera contra los poetas 
idílicos y log paseos por el campo. Antes de 
ahora habia sido vivo é impetuoso, y aunque 
los años y sobre todo la experiencia le hubie- 
sen amortiguado notablemente, de cuando en 
cuando destellaba en su pia existencia al- 
gun fuego de su juvenil ardor, como chispas 
 
	        
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