3 DE LA SANGRE. 605
tra seguridad, porque OS guardo demasiadas con-
sideraciones y no os vigilaré como debo.
—Todo eso se remedia fácilmente, —replicó Mar-
tin con la mayor sencillez.
—No con mucha facilidád.
—Aumentad las. precauciones. '
—¡Vive el cielo!... ¿Qué más he de hacer? No s0-
lamente estais encerrado; sino.sujeto ¿una cadena,
y además; por todos lados y á todas horas hay oidos
que escuchen y ojos que miren; de modo que, como
no os convirtais en humo, y pocó á poco, muy poco á
poco para no llamar la atencion, os escapeis por al-
guna rendija, no hay medio de que salgais de aqui.
—Entonces... :
—No es eso lo que temen, puesto que están con-
vencidos de que 0s es imposible recobrar la liber-
tad; lo que sospechan es que JO, como buen amigo,
os ayude más ó menos directamente.
—Comprendo: creen que en fuerza de crecer
nuestra mútua estimación, no solamente os inte-
reseis vivamente por Mi, sino que os falte el valor
para negarmo vuestro auxilio.
—Eso es. :
—Lo cual, —repuso el mancebo mientras estiraba
los brazos y se levantaba perezosamente, —lo cual
significa que el acompañarme á comer lo conside-
ran una falta á vuestros deberes. «A
—Ni más ni menos.
Tomo 1