Full text: [Tomo 1] (1)

608 EL TRIBUNAL : 
Cuando el huérfano volvió á quedar solo, cón- 
tinuó su trabajo con más ardor que nunca. 
Al cabo de una hora dejó escapar una exclama- 
cion de alegria: acababa de romper el candado y 
ya podía sin dificultad alguna quitarse la argolla. 
—¡Dios mio!—exclamó.-—¡No me abandoneis! 
Aunque á riesgo de ser sorprendido, quitóse la 
argolla y dió algunos paseos por la habitacion. 
- —SusOjos brillaron con expresion de una alegría 
sin igual. : 
—¡Ah! —murmuró.-—Mentira me parece que 
pueda andar á mi antojo y moverme sin oir el ruido 
de esta maldita cadena. Bien; ya está vencido un 
inconveniente. ¿Y los demás? ¿Me sucederá lo mis- 
mo que la otra vez? Mucho lo temo: los peligros 
son iguales, es decir, no conozco el interior de este 
edificio, y me falta tiempo para ir adquiriendo da- 
tos, porque es preciso decidirse en seguida. Mi 
carcelero piensa variar de sistema, lo cual no es 
extraño, pues debe haber comprendido que estoy 
burlándome de él y ganando tiempo para jugarle 
una mala partida. Si hoy mismo no pongo en prác- 
tica mi plan, ya no podré hacerlo hasta despues de 
muchos meses ó tal vez nunca. ¡Oh! Necesito pen- 
sar muy detenidamente en la situacion... Pero an- 
tes volveré á ponerme la argolla, no haga el dia- 
blo que mi guardian se meta por aquí. 
El mancebo se aprisiónó de nuevo y se sentó en
	        
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