CAPITULO LIX.
Una nueva coincidencia,
La superiora acudió presurosamente, empezan-
do por llamar á:doña Luz con las más cariñosas
palabras; pero como ésta no daha señales de vida,
exclamó la anciana: ES
—¡Dios mio! parece que está muerta; su fren-
te y sus manos están frias como el hielo... Veamos
si palpita su COrazon.... Si, si, está viva... ¡Infeliz!...
¡Cuánto debe haber sufrido!
Convyencida de que su cariñoso afan no era
bastante, llamó á otras religiosas, y pocos minutos
despues rociaban el rostro de doña Luz con agua
fria, le colocaban junto á la nariz trapos empapa-
dos en vinagre, y hacian todo aquello que les su-
gería su buen deseo.