496 EL. TRIBUNAL
—Repito que me sobran fuerzas.
—Buscaré la silla, y si buenamente puedo en-
contrarla, ¡reis mejor.
—Pero no aguardemos á mañana; esta misma
noche... ¡Ah!... Yo sé el valor que tienen las pro-
mesas de esos miserables.
—Esta noche será.
—Idos, pues, Jorge, y no perdamos más tiempo.
—Y vosotros, —preguntó María, —¿qué hareis
luego?
—Ya os lo he dicho, señora.
—Pero....
—No puedo daros detalles de lo que ignoro: ha-
remos lo que las circunstancias nos «aconsejen y
nos permitan.
—Eso es muy vago...
—Si, tan vago, tan incierto, tan dudoso como
nuestro porvenir.
—¡Ahl......
—Mañana mismo tendré una casa con las con-
diciones que necesitamos: no quiero recurrir á nin-
gun amigo, porque á nadie quiero comprometer, Y
porque necesitamos libertad completa si algo hemos
de adelantar. Esto es lo más importante. En cuanto
á lo demás, procuraré aprovechar el dia, porque
á la noche probablemente se habrá comprendido
que me burlo del gobernador. ;
— ¡Dios mio! —exclamó María.
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