DE LA SANGRE. 125
Empero no se trataba de su amor; sino de su
hijo.
Tenia que decidirse entre su hijo y.su padre.
¿Y qué buena madre pospone á su hijo, lo sacri-
fica por nada ni á nada?
¿Qué buena hija pospone á su padre?
La alternativa no podia ser más horrible, más
espantosa.
La desdichada jóven luchó, quiso decidirse mil
YECeS.:.
Siempre le faltó el valor.
Habia trascurrido cerca.de un. año y no habia
decidido más que luchar, trabajar sin. descanso
para salir del convento, y buscar á su hijo.
¿Y luego?
¿Qué haria cuando se viese libre?
¡No lo sabia!
Majer alguna se ha visto en situacion igual
Semejante lucha debia necesariamente acabar
con su existencia, porque para resistir sus efectos
eran pocas todas las fuerzas humanas.
Asi lo comprendió la infeliz.
—Basta, —dijo al fin.—No pensaré más que en
los medios de recobrar la libertad, buscar á mi hijo
y en hacer llegar á Ran la noticia de mi existencia.
Esta resolucion fué la salvacion de su vida.
Pensó y tanto pensó, que más de una noche la
pasó sin dormir. :