EL TRIBUNAL
—Me dijo vuestra majestad que Maria Nicasia
habia sido descubierta y que no habia nada más fá-
cil que apoderarse de ella,
—¿Y lo dudais?
—Repetiré lo que antes ha dicho don Juan de San-
tisteban: lo dudo, señor. 17%
—¿En qué os-fuudais?
-—En la seguridad que tengo de que la madre de
Martin hará cuanto es imaginable para evitar el gol-
- pe, lo cual no sigoifica que lo conseguirá; pero tam-
poco debe asegurarse lo contrario, porque en este
asunto suceden cosas bien raras, como ya hemos vis-
to por lo del robo de la carta de Ranl de Lancaste.
-—Bien,—dijo el monarca; —si esa mujer espera
salvarse y su esperanza la alienta para desobedecer-
me, se perderá más pronto.
E con ella, cumpliendo las Ór rdenes de
vuestra majestad. o.
—¿Y ella?...
—Quiso reflexionar repuso el sacerdote,— lo
cual era muy justo.
—Ha tenido tiempo sobrado.
—Por eso ha decidido.
—No quiero proceder con lisereza: vedlá otra vez,
decidle que ha llegado el momento..
—Es en vano.
—¿Ha perdido la razon?
—Ta) vez; pero ello es que se obstina, y se funda