Full text: Tomo III (3)

138 EL TRIBUNAL 
—¿Y cómo sabeis?... 
-—Y no solamente ha entrado en España, —añadió 
don Juan,—sino que ha llegado felizmente á Madrid. 
—¡A Madrid! —exclamó Nicasia. 
Y abriendo desmesuradamente los ojos, fijó una 
mirada de indescriptible afan en el caballero. 
—¡Está en Madrid!—añadió despues de algunos 
ustantes.—¿Y por qué no ha venido á verme?¿No 
sabe ya que soy sa madre? ¿No comprende el afan 
con que lo espero? ¿No se le alcanza que cada ins- 
tante es para mí un siglo de agonía? 
—Todo eso lo comprende, señora, porque Martin 
tiene ún corazon demasiado sensible para no com- 
prenderlo; pero á vos tampoco se os debe ocultar que 
puede habe: motivos para que dilate hasta mañana 
ese momento feliz. 
-—Sí, puede haberlos; pero necesito conocerlos, 
necesito que os expliqueis con más detalles, con más 
claridad... ¡Ah!... ¡Está en Madrid y no entre mis 
brazos!... ¡Quizá se encuentre muy cerca de ha y 
no lo PEUrochO contra mi corazon! 
Los ojos de Nicasia brillaron como stos luces fos- 
fóricas: | 
Su corazon palpitó como si fuera á TOMPeIse, > 
por algunos instantes le fué imposible respirar. 
—Ya lo veis y —Tepuso Santisteban,—el Soja in- 
conveniente sois vos misma. 
—¡Yo!... 
n_n A Y
	        
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