138 EL TRIBUNAL
—¿Y cómo sabeis?...
-—Y no solamente ha entrado en España, —añadió
don Juan,—sino que ha llegado felizmente á Madrid.
—¡A Madrid! —exclamó Nicasia.
Y abriendo desmesuradamente los ojos, fijó una
mirada de indescriptible afan en el caballero.
—¡Está en Madrid!—añadió despues de algunos
ustantes.—¿Y por qué no ha venido á verme?¿No
sabe ya que soy sa madre? ¿No comprende el afan
con que lo espero? ¿No se le alcanza que cada ins-
tante es para mí un siglo de agonía?
—Todo eso lo comprende, señora, porque Martin
tiene ún corazon demasiado sensible para no com-
prenderlo; pero á vos tampoco se os debe ocultar que
puede habe: motivos para que dilate hasta mañana
ese momento feliz.
-—Sí, puede haberlos; pero necesito conocerlos,
necesito que os expliqueis con más detalles, con más
claridad... ¡Ah!... ¡Está en Madrid y no entre mis
brazos!... ¡Quizá se encuentre muy cerca de ha y
no lo PEUrochO contra mi corazon!
Los ojos de Nicasia brillaron como stos luces fos-
fóricas: |
Su corazon palpitó como si fuera á TOMPeIse, >
por algunos instantes le fué imposible respirar.
—Ya lo veis y —Tepuso Santisteban,—el Soja in-
conveniente sois vos misma.
—¡Yo!...
n_n A Y