CAPITULO IV.
Otra sorpresa,
ll sacerdote volvió á sentarse y meditó, pen-=
sando cómo sin esperar á la noche participaria á
Nicasia las gratas nuevas que acababa de recibir.
No queria mandarla llamar ni acercarse á ella
en la puerta del templo, porque esto hubiera dado
lugar á comentarios entre los mendigos que con
ella se encontraban.
Al fin dió con un medio bastante sensillo, y
cuando iba á ponerlo en práctica, sorprendiéronlo
nuevamente, avisándole que lo. buscaban de parte
de su majestad.
Es inexplicabie el efecto que este ayiso produ-
jo en el alma del buen sacerdote.
Sin embargo, esforzóse para disimular lo que