Full text: Tomo 2 (002)

  
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LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES 
bió con ellos desistió de su empresa y se puso en 
camino de la ciudad. 
Comenzaba á subir la Cuesta de la Vega el cura 
Merino, cuando quiso la casnalidad que se tropeza- 
ra con Alfonso. 
La cara de aquel hombre debió parecerle cono» 
cida, 6 tal vez le fué simpática, pues es lo cierto 
que, respondiendo al saludo de Alfonso, le dijo: 
-—Dispensadme. 
—¿Qué deseáis, señor cura? —le preguntó el hijo 
de Lagares. 
—Mi reloj debe estar descompuesto: ¿sabéis la 
hora que es? 
-—El reloj de palacio os responderá mejor que 
. LM 
En efecto, en aquellos instantes la capipana co- 
menzaba á dar los cuartos. 
Después, ambos pudieron contar hasta diez 
golpez. 
—¡Aún falta mucho! —exclamó el cura. ; 
—¿Para qué, si no es impertinente la pre- 
gunta? 
—No: para la hora en la cual ha de salir para 
Atocha la reina. 
No dejó de producir extrañeza en Alfonso que 
por aquellos días, y tratándose de un sacerdote, al 
nombrar á doña Isabel, no hubiera dicho «la reina 
nuestra señora» Óó «su majestad la reina». 
Y dedujo que se trataba de un cura carlista: de 
uno de aquellos sacerdotes que al decir misa, en 
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