102 LOS. MÁRTIRES ESPAÑOLES
de 1808, se había unido al valor salvaje que crece:
y se desarrolla en las selvas vírgenes de palmeras
y cocoteros, donde todo es grande por naturaleza y
sin auxilio de la mano del hombre.
Los ríos más caudalosos; los montes más altos;
_ los árboles más frondosos; las riquezas más exube--
rantes... todo se encuentra allí.
¿Iban á ser pequeños los hombres?
No era posible.
La mina estaba cargada á fuerza de años, y 4
falta de mecha, tuvo bastante para estallar con los
ardientes rayos de libertad que llegaban desde la
Península. |
El estruendo se oyó en España con espanto, con
terror.
Y la convulsión fué mayor, porque en el fondo
de la conciencia hispana había una voz que
gritaba:
—No os quejéis: esa es vuestra obra... Esa tenía
que ser la consecuencia lógica de vuestra condue-
ta: Los pueblos que sólo tratan de dominar por la
violencia, sin procurarse el amor, el efecto y el ca-
riño; los que pretenden civilizar por medio de la
violencia, y no por la gratitud que emana de los
beneficios, en vez de humanitarios sou crueles... 8e
truecan en verdugos, y provocan la revolución.
¿En qué os fandáis vosotros para defenderos? ¿Cuál
es el álito que os impulsa? Ghitáis: «¡independencia
- y libertad!...» no queréis sufrir el yugo férreo de
la Francia... Pues bien; América lanza el mis-