LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES YTÍ
-locar los apósitos en buenas condiciones... en las
mejores posible.
Ante estas razones, expuestas por el director del
establecimiento, Alfonsito se resignó á esperar un
rato.
Sentado sobre un banco de madera, ya alimen-
tando esperanzas, ya engendrando dudas terribles,
pasó media hora.
Al cabo de este tiempo, le mandaron pasar.
—PDebemos advertiros—le dijeron,—que ya tie-
ne conocimiento de vuestra visita, y que debéis ha-
blarle lo menos posible, pues está muy débil; tie:
e algo de fiebre, y cualquier incidente pudiera
serle funesto.
—Pero ¿hay esperanzas de salvar su vida? ,
—El pronóstico es reservado.
—El proyectil...
—Llegó frío, y, aunque con Aba: ha podido
extraérsele; pero perdió mucha sangre, y esto agra-
va su estado. |
—¡ Ah!
—Iba bien dirigido: penetró entre la cuarta y
quinta costilla del costado izquierdo... Es un mi-
lagro que no quedara muerto en el acto.
Alfonsito penetró profundamente conmovido.
Lagares, aunque con fiebre, le reconoció; y cs-
trechándole la mano, le dijo:
—Si muero, véngame: si vive el canónigo, má.-
tale. Yo le apunté bien; pero me temblaba el pul-
so... tal era mi enojo contra él. ]