LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES
nos cuerpos, y que el Empecinado, ya avisado, se-
ría el primero que diera el grito en Burgos, y que
con grandes contingentes acudiera en su favor,
amenazando á Madrid.
La más franca alegría, el entusiasmo más gran-
de reinó á bordo durante toda la travesía, que por
haber sido feliz tuvieron como augurio dichoso del
término de la empresa.
Al divisar tierras españolas, Bazán dió un viva
á España y otro á la libertad, que fueron contes-
tados con entusiasmo indescriptible.
Cualquiera hubiese creído que bastaba con que
ellos pisasen las costas para dar por restaurada la
Constitución.
Ei entusiasmo les cegaba: su constante deseo por
el progreso humano les ponía una tupida venda en
los ojos. |
Aquella revolución sólo sería f "uctífera comen-
zando por desacreditar al bando absolutista, pare
lo cual había bastante con dejarle por los derrote-
ros que llevaba, para que cuando, por ley física,
las prácticas de aquellas gentes se cayeran del lado
que se inclinaban, presentarse para levantar el
monumento de la libertad sobre los escombros de
lo caído. |
El día en que Fernando hubiera visto que los
apostólicos le amenazaban de contínuo y que los li-
berales permanecían con los brazos cruzados, espe- |
rando llegar, como el perro de la fábula, oportuna-
mente, para llevarse la presa que los otros dos se-