LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES 34
—Así lo dijo Jesucristo.
Desde aquel momento no se volvió 4 pensar en
dirigir preguntas á Riego.
Los frailes, ya entonaban oraciones con acompa:
sado acento, ya rezaban en alta voz para que el
pueblo repitiera sus palabras, ya levantaban los
brazos hacia el cielo cual si nploraran cle-
menCia... |
Pero nada de esto evitaba que las injurias y las
maldiciones del populacho cayeran sobre el reo,
acompañadas de algunas piedras.
Riego se negó á sentarse en el serón. |
—Eso será bueno, para aquellos que carezcan
de fuerzas para marchar por sus propios pies. |
—Eso es bueno—le respondieron—para los eri-
minales, para los traidores, para los ladrones y Ñ
asesinos... para los que atentaron á la autoridad e A
del rey. | . s
—Entonces podéis sentaros todos VOSOtr OS... S
yO M0...
A tan arrogante respuesta, estalló la ira de aque-
llas beatísimas personalidades, y el infeliz Riego,
atado, bien sujeto, recibió muchos golpes, y á po-
rrazos cayó sobre el serón. |
- Le trataban como traidor y reg gicida; y no con-
tentos, como á hereje. |
- Entre los golpes recibió uno tan grave, que á
ser algo más violento, le hubiera arrancado la vi-
da sin necesidad de verdugo.
Se lo había dado un frailo...
TOMO MH,