Full text: Tomo 2 (002)

   
  
   
  
   
  
  
  
  
20 LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES 
diente de la cuerda, no faltaron piedras por los 
aires, que iban á herir á los alegres especta- 
dores. 
Llegada la hora de la mayor brutalidad, la del 
descuartizamiento, los balcones, las ventanas, las 
azoteas y aun los tejados, parecían hormigueros 
humanos. 
Tal y tanto era el entusiasmo por presenciar 
aquella horrible mutilación. 
El espectáculo era digno de verse. 
Él solo bastaba para odiar con toda el alma al 
rey, á las instituciones absolutistas, y á cuantos las 
defendieran directa ó indirectamente. 
El cadáver fué despojado de sus ropas, sin repa- 
ro al pudor. 
e - Y hombres y mujeres de todas edades, fijaron sus. 
“ojos en aquel hombre desnudo. 
Acto seguido, el verdugo, buen anatómico, se- 
paró la cabeza del tronco, y la arrojó en una es- 
puerta. | 
Después dividió el pecho con un hacha, y el es-- 
tómago y vientre con una cuchilla de ancha, pesa- 
da y afilada hoja. 
Entonces pudieron verse los estragos causados 
por el golpe dado por el fraile. 
La gritería atronaba los ámbitos de la plaza. 
Por último, se dió el corte trasversal, y los peda- 
zos fueron colocados en espuertas. 
Sobre el tablado quedó un charco de sangre y 
restos informes de intestinos. ; 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
	        
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