LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES 263
Pasada la media noche, el sueño la rendía, su-
perando todos sus esfuerzos.
Y sentada como estaba, cerró los ojos y se que:
dó traspuesta.,
Pero por breves momentos.
Al comprender que se había dormido, é igno-
rando si mucho ó poco tiempo, se alarmó.
Abandonó el asiento, humedeció sus ojos con
agua fría...
Pero todo inútil...
Perjudicial.
El agua fría producía buenos resultados instan-
táneos... pero después el calor producido por la
sangre que se agolpaba para neutralizar los efec»
tos físicos, aumentaba la pesadez de los párpados
y la desesperación de Teresa.
Andaba, se movía...
Mas ¿estaba despierta?
Ella creía que sí.
Pero aquello sólo era una ilusión.
Soñaba que velaba á su hija y que defendía su
honra.
-— Pero tan dormida estaba que no oyó exito al-
guno, ni tuvo conciencia de lo que sucedía á su la-
do, hasta que sintió una mano que posándose so-
bre su hombro le oprimía, mientras que cien
estas palabras á sus oidos:
—-¡Ya eres mía! |
¡Qué despertar tan espantoso!
Aquella mano era la del fraile.