LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES 331
Su amigo depuesto, desterrado don Carlos y go-
bernando María Cristina en nombre de su augusto
esposo, tan cercana estaba la era de la libertad,
como lejos el restablecimiento del Santo Oficio. |
Cierto que no se había proclamado la Constitu-
ción de 1812; pero cierto también que habían des-
aparecido leyes y costambres que hacían recordar
los horrores de 1823, y que poco á poco se modi-
ficaban las ordenanzas que durante el último pe-
ríodo de diez años, habían servido para perseguir
á blancos y á negros, según las circunstancias.
Entre los que se felicitaban del cambio de los
sucesos, estaba un valiente y denodado militar,
que era tenido, con justa razón, por el primer es-
tratégico de España y quizás de Europa.
Se llamaba Zumalacárregui.
Este hombre eminente tenía un defecto capital.
¿Qué hombre no tiene defectos? |
Sin ser orgulloso ni estar engreído con. los ta-
lentos que todos le reconocían, era tan susceptible,
que por la cosa más daa se juzgaba ofen-
dido.
Durante su carrera jamás se sublevó.
Fiel á Fernando, como antes lo había sido á la
patria, lo que el rey hacía bueno era para él.
Pensando de este modo, de igual manera persi-
guió apostólicos y realistas del 20 al 23, como había
- perseguido liberales del 15 al 20, y luego á ambos
_ juntos desde el gobierno de María Cristina de Ná-
poles.