LOS. MÁRTIRES ESPAÑOLES 351
Y aquel ejército «de observación», una vez en
en el gobierno Martínez de la Rosa, se trocó en
<expedicionario» en favor de doña María de la
Gloria.
Don Miguel y don Carlos eran muy amigos,
puesto que ambos defendían unos mismos prinel-
pios políticos.
Las armas españolas decidieron la contienda, y
don Miguel vendió sus derechos á la corona por
millón y medio de reales, como renta anual, y la
conservación de sus bienes.
Don Carlos no quiso imitarle, cediendo á los
consejos de su esposa, que á todo trance quería
-Teinar en España. |
Don Miguel se embarcó con rumbo á Italia, y
don Carlos se escondió en Portugal, temeroso de
que el gobierno portugués le enviara á Inglaterra,
en vista de las reclamaciones de doña María Cris-
tina. |
Esto llegó al fin, y el hermano de Fernando VII:
tuvo que partir para las istas Británicas, pues de
lo contrario lo hubiese pasado mal, toda vez que el
ejército español era el que le perseguía de un modo
tenaz y resuelto.
La huída del Pretendiente debió poner término á
la contienda entablada; al menos así parecía na
—tural que sucediera.
- Pero como ya no eran personalidades las que lu:
chaban, sino ideas, y Zumalacárregui había puesto
“sobre las armas un verdadero ejército, pues lo com-