Full text: Tomo 2 (002)

LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES 363 
Ella respondía que «ese era su pensamiento en 
aquel instante»; recibía la bendición, y hasta den- 
tro de otros seis meses, en cuya época se repetía 
lo mismo. 
Acostumbrada á esto, entró un día en la iglesia 
del Salvador, acosada por los remordimientos de 
sus falsas confesiones. | 
Poca gente había en el templo, y menos sacer- 
dotes, pues sólo dos ocupaban en aquellas horas | 
log confesonarios. | PE 
Clotilde oró, en tanto que algunas de las peniten- 
tes terminaban, pidiéndole á Dios que oyera sus 
ruegos cual escuchó á María Magdalena. | 
Sin duda alguna, hubo de llegar su plegaria al. 
“cielo, pues la casualidad le deparó á don Ambro- 
sio para oirla en confesión. 
- ¿Qué hablaron? | 
¿Qué la hubo de decir el aloendoro? 
De lo que la dijese fácil es de adivinarlo, puesto 
que en realidad estaba arrepentida; pero no hay 
forma ni manera de saber lo o el bueno de don 
Ambrosio la dijese. 
- La confesión fué larga, y Clotilde salió del tem-= 
plo llorando; pero... ¿aquellas lágrimas eran de 
dolor? | a 
-— Bastaba mirarla para comprender que eran de 
alegría. | 
Seguramente el sacerdote, el verdadero ministro q 
de Jesús en la tierra, le había 2 hecho entrever las 
puertas de la gloria al darla la bendición. | 
 
	        
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