Full text: Tomo 2 (002)

390 LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES 
bao, cuando le avisaron de que se aproximabarn 
tropas cristinas. 
Con tal prisa había salido el emisario, que ni si. 
quiera tuvo tiempo de enterarse del nombre del 
general que venía contra él. 
Al día siguiente llegó otro emisario, diciendo: 
—Muchos soldados cristinos, mandados por Esr 
partero, estarán aquí dentro de tres días, pues 
traen marchas forzadas. 
Zumalacárregui frunció el entrecejo al saber 
quién mandaba las fuerzas de los defensores de la 
libertad. ! 
Que para nadie era un misterio, que la aureola 
de la victoria iba cerniéndose sobre la cabeza «de 
aquel soldado de fortuna», como le llamaban los 
que no le concedían dotes de mando ni prestigio 
alguno sobre el soldado. 
¡Qué esfuerzo tan supremo estaba haciendo el 
futuro duque de la Victoria! 
Bajo la presión de una enfermedad crónica ad- 
quirida en América, se puso en marcha. ] 
Sufriendo un ataque agudo, que casi le impedía 
ir á caballo, seguía caminando. Ñ 
¿Hubiera hecho esto alguno de sus detractores? 
Espartero tenía en el campo eristino tantos ene* 
migos como Zumalacárregui en el carlista... 
Pero, en honor á la verdad, los enemigos de Es- 
partero eran menos poderosos, porque bajo el ré- 
gimen constitucional es más difícil la. impunidad 
de los delitos. : 
 
	        
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