LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES E
Un momento después, los dos estaban juntos en
un cuarto del parador del Sol, y hablaban de esta
Manera:
—¿Vos pidiendo limosna?
—¡Hijo mío!... Cuando los años y las enferme -
dades imposibilitan al hombre para ganarse el
pan, el que acepta resignado los castigos que en-
vía Dios, en vez de apelar al suicidio, reza y tien-
de la mano.
—Pero yos érais rico.
—$í, lo era; pero mis bienes fueron confiscados
y vendidos... Cuando quise recordar, Mina había
muerto; ignoraba dónde estaba tu padre.
—Pero el conde de Luchana...
—No pude llegar hasta él. La terrible enferme-
dad que me tuvo á las puertas de la muerte, y que
- hoy me impide hasta andar, fué causa de que me
- tomaran por un vagabundo, y me deportasen á .
Andalucía, Varias veces he escrito al conde de .
Luchana... pero ninguna vez he logrado respuesta.
—Ahora la conseguiréis.
—¿Para qué? La vida se me escapa.
—Os equivocáis. Dios ha querido que os encuen-.
tre, y no ha de ser.en vano. Dentro de breve rato
partiremos para Sevilla, donde ereo que encontra-
remos á mi padre... vos vendréis con nosotros,
—¡Ponerme en camino!... ¡Imposible!
—¿Por qué? doc
o Seguramente me osirla antes de tran seurrir
cuatro horas.