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LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES 47
Al ver al reverendo, exclamó:
—¡María Santísima! ¿Qué es lo que están viendo
mis ojos? ¿Vos en la calle á estas horas, con ese
traje y apaleado?
—;¡Ah!... ¿Eres tú, amigo Lagares?
—Yo soy, señor, para serviros.
—Me has librado de la muerte: esos infames ase-
' SiNOS... |
—Huyeron como cobardes al llegar yo: ya lo he
visto; señor.
—Pero me han dejado molido.
—Mañana lo sabrá todo el rey.
—XNo, no se lo digas... me mandaría desterrar
cuando menos.
—+Entonces...
—Ayúdame á levantarme.
—Al momento.
El reverendo no tenía hueso que bien le qui-
siera. eS
Con gran trabajo llamó á una puerta inmediata,
la cual no tardó en abrirse.
El interior estaba sumido en la más completa
oscuridad. ) |
Y el fraile dijo á Lagares:
—Entra, entra conmigo, hijo; quiero recompen-
sarte. ]
Dudó un momento; pero dispuesto á lo que pu-
diera ocurrir, se volvió á su gente y en voz baja
les dijo: e E
-—Si dentro de una hora no he salido, ó si antes