LOS MÁRTRES ESPAÑOLES
con respecto á este último punto, nada tenía que
envidiar.
Al llegar al cuadro, bajó de la carretela cual si
Do le esperara la muerte al descender.
Y entró en el cuadro.
La sentencia fué leída,
León era sordo.
Calculó lo que le leían, pero no pudo gírlo cla-
ramente,
Terminada la lectura, avanzaron cuatro solda-
«dog al mando de un oficial.
Uno de aquellos se sintió enfermo, y tuvo que
Tetirarse. 4]
En su lugar avanzó otro.
Entonces dijo León:
—A todo sentenciado se le concede una última
gracia... Yo quiero usar de ese privilegio que
otorgan las leyes. | 2d
—¿Qué deseáis? —le preguntaron.
-—Quiero que se le dé una onza de oro á cada
“no de esos cuatro soldados, y que se me permita
dar las voces de mando. ,
Niel pú blico, ni los soldados, ni aun los mismos
Jefes podían contener las lágrimas. j
-— Concedida la gracia solicitada, dijo el general
León á los cuatro números:
—¡Soldados!... avancen.
Estos obedecieron.
Después, y COn VOZ sonora, añadió:
—¡A,.. punten!