Full text: Tomo 2 (002)

  
676 LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES 
Y á tal punto llegaron las cosas que, olvidándo- 
se de todos los respetos, el pueblo de Roma no tuvo 
reparo en atacar al Pontífice. 
Tan decidida era la actitud de los revoluciona- 
rios, que trabaron combate con los soldados ponti- 
ficios. ¡ 
Pío IX apuró todos los recursos para aplacar al 
pueblo; pero en vista de que por nada ni por nadie 
retrocedían en sus ataques al Quirinal, residencia 
entonces de Su Santidad, apeló al único modo que 
le quedaba para no morir ó quedar prisionero de 
sus enemigos... | 
Y se fugó de Roma. 
Pero ¿cómo? 
Según se dice, disfrazado de cochero y guiando 
un carruaje particular. 
El día antes de este suceso, presenció España uno 
de esos fenómenos atmosféricos que tanto llaman 
la atención del vulgo. 
Al ponerse el sol, parecía como que las nubes y 
la atmósfera se habían incendiado... 
Era una aurora boreal. 
Pero las gentes le dieron interpretaciones contra- 
dictorias, aunque todas funestas, y en particular 
desde que se dijo que «entre el fuego del cielo» se 
había visto una espada constituída por estrellas. 
Cuando se supo lo ocurrido en Roma, y que el 
pueblo era dueño de la ciudad, «y que los galos ha- 
bían llegado al Capitolio», quedó explicado para 
muchos la presencia de la aurora boreal, y des- 
 
	        
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