LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES 67
—¿Sin saber lo que es?
—Poco me importa todo si me produce pan para
mi hija. Salí de mi casa dispuesto á robar para
aquel pedazo de mi alma... ¿Qué no estaré dis-
puesto á realizar?
—¿Queréis decirme quién sois y qué motiva
vuestra desesperación?
—Es muy largo; perderíamos mucho tiempo.
—Quizás lo ganéis; sobre todo, yo no os pido de-
talles minuciosos.
—Os complaceré, por más que...
—Entrad; tomando algún alimento me lo conta.-
réis mejor. | |
Julio estaba á punto de desfallecer, y al oir al
anciano, sólo respondió:
—¡Gracias, gracias!
En menos de media hora comió y refirió los prin-
cipales accidentes de su vida.
Cuando hubo terminado, dijo el viejo:
-—¿De modo que estuvísteis en Trafalgar?
—SÍ.
—Yo también.
—¿V os?
—En el San Juan Nepomuceno.
—Entonces conoceríais á un tal Lagares.
—i¡Ya lo creo! Era cabo de cañón. El día funes-
to del combate, estaba á bordo con él un niño que
decía ser hijo suyo. Debe ser hombre de cincuenta.
años. | e ]
—$Í, es el mismo.