LOS MÁRTIRES: ESPAÑOLES 763
Pero Narváez no hizo caso de lo que él llamaba
«chismes de vecindad», y continuó alternando en
el poder con el conde de San Luis, y aun con Gon-
zález Bravo.
Así iba pasando el tiempo, cuando un día le di-
jeron:
—«Los chismes de vecindad», se van trocando
en voz del pueblo, mi general.
—¿Cómo es eso? ¿Se atreve el pueblo á las per-
sonas consagradas á Dios, y lo hace.en voz alta?
Pues yo le baré callar.
—Con lo cual no evitareis que una monja rom-
pa su clausura, y pase en Palacio largas horas al
lado de la reina. : do
— ¡Eso no puede ser!
—Y, sin embargo, sucede, mi general.
—Pruebas,
—-—Lo que yo he visto, podeis verlo vos cuando
os plazca. i
Persona de gran respeto para Narváez debía
ser el que le hablaba, cuando se atrevía á hacer-
lo de aquel modo, y cuando el general le pre-
enntó: |
—¿Que vos habeis visto?... ¿Estáis cierto de no
haberos equivocado? |
—Tengo la evidencia.
—Bien: ¿y qué deducís vos, qué deduce el pue-
blo de que una monja salga del convento. y pase
largas horas con la reina? .
—Deduzco, y todos opinamos de igual modo, que