LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES 807
tios, se oyeron voces de ¡socorro!... Luego, nada.
—;¡Demonio! ;
—Por la mañana, cuando ya alumbraba bien el
sol, se pudo distinguir en el suelo una mancha de
“sangre que había sido lavada.
—Pero 4 las voces demandando auxilio, ¿no
acudió persona alguna?
—Yo no sé más.
—Pues hay que averiguarlo.
—Haz lo que gustes.
—Bien sabes que me llaman Fatiguitas, porque
paso las de Caín, y más, por saber las cosas Con
todos sus detalles. | i
—Pues ándate con cuidado. 0
—Vamos á ver, Manolo; según lo que has con-
tado, el muerto debe ser Un alto personaje. a
-—Un joven de la alta sociedad, título de Cas-
tilla. | ASEO me
Pues entonces dalo por averiguado. Desde
aquí me voy á casa del señor duque, y como haya E :
- algún muerto ó herido de esas señas, antes de una lO
hora lo sé yo. Si el muerto fuera un soldado, las
cosas variaban; pero... Jun título!... Vaya, adiós,
hasta la noche. | q
Y el señor Fatiguitas abandonó la taberna.
Algunas horas más tarde, aquella estupenda no- se
ticia, que con tanto misterio había contado el se- |
or Manolo en la taberna, rayando en el colmo de a
la indignación, era del dominio público, y hasta sE
se lanzaban nombres propios al aire, como si se >