Full text: Tomo 2 (002)

  
  
  
  
   
LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES 843 
Inmediatamente se le embarcó y se le condujo á 
la Habana. 
El proceso fué brevísimo. ] 
Un solo día bastó para que fuese sentenciado y 
ejecutado. 
Murió en garrote vil. 
Por entonces quedó tranquila la isla de Cuba. 
  
Todo era posible dominario, menos la conjura- 
ción de sacristías. 
Los curas estaban desesperados: por más que 
trabajaban, no había modo de encontrar entre las 
gentes de palacio, bi un pinche, ni un marmitón, 
ni un catasalsas que se diera á partido. 
Entre cierta clase de gentes no era difícil hallar 
lo que se deseaba; pero ¿cómo fiarse de hombres 
“capaces de delatar á sus cómplices, si errado el 
golpe caía preso el asesino pagado. 
Y ¿cómo renunciar al crimen, cuando de él po- 
dían sacar tanto provecho los mismos que dispo- 
nían su perpetración. 
De aquel apurado trance vino á sacarles el 
cura Merino. E j 
—Conozco —dijo—quien llevará á cabo lo que 
deseamos, tan luego como se presente ocasión. | 
—¿Quién es, cómo se llama?—le preguntaron 
con gran interés. 
—¿Qué falta os hace su nombre? Yo respondo 
de él. | | e 
  
  
	        
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