LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES 855
Ambos asistían con igual esmero al paciente, y
esto daba lugar á que con frecuencia sus manos y
aun sus brazos se tocaran, pues los dos hacían fal-
ta para incorporar á Lagares, y aun para curarla
los vegigatorios.
En más de una ocasión sus rostros estuvieron tan
próximos, que pudieran confundirse sus alientos.
Y la naturaleza imponía sus leyes, si bien ellos
retrocedían asustados. |
Largas horas pasaban en silencio... pero en
otras hablaban... | |
¡De qué había de ser! De Pitt, de su amor in-
comprensible, de los remordimientos que experi-
mentaba desde que supo la resolución que había
adoptado. | ES
—Pero, ¿le habéis amado? ¿Le amáis ahora qui-
zás?—le preguntó Alfonso.
—Jamás le amé; no podría amarle en mi vida—
respondió ella. )
Y añadió: ña |
—Muchas veces quise explicarme el por qué re-
chazaba mi corazón á aquel hombre tan constante,
tan leal y tan bueno, y jamás lo conseguí... Como .e
tampoco me explico el por qué amé tanto á Julio,
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pues hube de llegar á exponerme 4 los mayores e
peligros por estar á su lado.
-—S1, le seguísteis á todas partes.
.
-——De casada era natural que lo hiciera; pero le
seguí cuando aún no era mi esposo, sin considerar .
que exponía mi honra. Estaba loca por él, su ima-