LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES 907
—Yo no quiero que sea regente; pero al mismo
tiempo temo... y
—Si yo fuera el presidente del ússjo de minis-
tros, desde luego me negaba á todo, dándote á es-
coger entre la negación rotunda 6 la dimisión de
todo el Gabinete. Quizás la dimisión sería lo me-
jor, porque salvaba tu responsabilidad... y porque |
dudo que hubiera político que aceptara el en-
cargo de formar eo bajo semejante con-
dición.
—Lo pensaré, lo pensaré.
- —Sea esto ólo otro, en defensa tuya, aunque
mohosa, aún conservo la espada de Bailén.
Dicho esto, se alejó. y
El tiempo urgía, y en tanto que don Francisco
hablaba con los ministros y con el Nuncio apostóli-
co, doña Isabel deseó oir el parecer de sor Patroci-
nio, pues «como mujer santa y buena amiga», con-
fiaba mucho en su opinión y su consejo.
Y la monja fué á Palacio, pues lo adelantado del
.embarazo impedía á la reina á veces salir de sus
habitaciones, como consecuencia de los crudos fríos
del mes de Diciembre de 1851. |
- Con este motivo rompió una vez más la clausura
sor Patrocinio, y se eiii: en la cámara
regia. |
La entrevista fué bastante larga; pero nosotros
sólo consignaremos aquello que puede interesar por
- ser desconocido de muchas gentes,
is Patrocinio no ocultó á doña po lo que se E |