LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES 949
peor las cosas con la llegada de don Enrique, pues
parece que tiene grande ela en hablar con su
majestad la reina.
—Don Enrique no sigaifica nada.
—Para la reina, sí. ¡Si lo sabré yo!
—Pues no sabéis nada.
—Eso es otra cosa; si debo ignorarlo, no he di-
cho cosa alguna. |
—Hay que tener mucho tacto.
—Lo tendré. ¡
—En cuanto habléis con la reina, venid á decir-
me lo que os haya contestado.
El fiel servidor de sor Patrocinio, tan luego
como fué hora oportuna, se presentó en Palacio al
día siguiente. | |
La reina abandonaba ya el lecho, si bien no sa-
lía de sus habitaciones.
En Palacio, y muy particularmente por aquellos
días, gozaba de grande predicamento el clero.
Y en especial el padre Claret, pues la reina go-:
zaba mucho oyéndole hablar, por las simplezas
que decía, las cuales le causaban hasta rl isotadas.:
Porque Gal hombre más parecía, en ocasiones,
un bufón que un sacerdote. há
La palabra que le venía á los labios, aquella era |
| pronunciada sin rodeos. | !
En otro cualquiera, tal cosa hubiera dado lugar e
'á que le negaran la entrada; pero el. padre Claret.
tenía un escudo en el manteo : Y la robana.