966 LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES
- Cia del Consejo de Ministros quien ya había sido
en España cuanto puede codiciar aquel que no na-
ció en dorados salones,
Al efecto, y después de haberse dado ¿4 conocer
de Espartero, hubo de decirle:
—Ningún buen liberal pone en duda la lealtad
y la constancia del duque de la Villa, pero to-
dos deploramos que hombre de tanta valía, que el
único ARES del cual podemos fiarnos, se aferre:
en vivir retraído y lejos de sus amigos.
—Tengo razones...
—Ya lo supongo; mas por lo. mismo que todos
las ignoramos, mal podemos comprenderlas ni ca-
llar nuestras quejas. No significa esto ni que desea-
mos obligaros á decir lo que no juzguéis conve»
niente, ni que pongamos en tela de juicio vuestra
conducta. Nadie os pide explicaciones; no tenemos:
derecho á ello... pero sí lo tenemos para sentir en
el alma que sigáis, quizás contra vuestro deseo, ca-
mino que tanto nos perjudica.
—Posible es que yo deplore tanto ó más que mis
buenos amigos la situación en que me encuentro
colocado,
- ——Cuando vos lo decís...
-—Yo no puedo sublevarme: no lo hice en toda
mi vida... y como ni me llaman ni me llamarán
_Ínterin no llegue un gran peligro, me limito á es-
perar. Sólo saldría de mi casa sin que me llama-
ran, al ver que el trono vacilaba; que obligado es-
toy, quizás más que otro alguno, á sostener en el