6 BIBLIOTECA ILUSTRADA DE TRILLA Y SERRA.
la señora castellana me diria entonces cosas muy
serias y desagradables de oir. ¡Bah! dentro de seis
meses terminará legalmente la tutoría de la ancia-
na señora; seré ya dueña de mis acciones, y en-
tonces tendré tiempo de reflexionar sobre si me
conviene tener amo. ¡Já, já, já!»
Y dejando escapar otra carcajada, mientras
contempla en el espejo sus hermosas facciones,
la heredera acaba de abrocharse el vestido, cubre
su cabeza con un ligerísimo sombrero, el cual
sujeta con un cordon elástico por debajo de la
barbilla; y mirándose por última vez al espejo con
expresion satisfecha, sale de su aposento con pre-
SUr'OSO paso.
CAPITULO JI.
EL PROTAGONISTA.
Ningun hombre mas apuesto y gentil que Bi-
biano Ryecroft vistió nunca con tal donaire la ca-
saca corta del militar, ni ciñó el sable con tanta.
gracia, pues nuestro personaje es capitan de
húsares.
En aquel momento no está de servicio, ni tam-
poco cerca del lugar donde debe desempeñarle: su
regimiento se halla en Aldershot, y él ha obtenido
"e para ir á pasar algunas semanas en Here-
ord.
En el momento en que le presentamos en esce-
na no va en el caballo que con tanta gracia mon-
ta, sino en un bote del rio Wye, el mismo que
distinguió Gwen Wynn con el doble lente de sus
gemelos. Tampoco viste el elegante uniforme, sino
un ligero traje de verano; y en vez del chacó cubre
su cabeza una graciosa gorra blanca, que contras-
ta con su bronceado cútis y el oscuro bigote mi-
-litar.
Porque sépase que el capitan Ryecroft no es un
jóven imberbe, sino un hombre que ha cumplido
ya los treinta, curtido por el sol abrasador de la
India, dunde ha tomado parte en la guerra contra
los Rajás durante la memorable revolucion.
Sin embargo , el capitan tiene tanto atractivo
como antes para el bello sexo, ó acaso mas, exci-
tando siempre una irresistible simpatia. Mas de
cuatro señoritas inglesas suspiran tal vez cn aquel
momento por él; y no pocas de las broncedas da-
mas del Indostan le dirigieron amorosas miradas,
sin que él se apercibiese siquiera de ellas ni pensa-
ra en ninguna. No porque el capitan sea de carác-
ter frio, ni menos austero, muy lejos de ello, es
sensible y jovial, y agrádale la sociedad de los
demás; pero ni es ni fué nunca hombre frivolo y
vanidoso; y una prueba tenemos en el hecho de
hallarse en el Wye entretenido en la pesca, en
vez de estar en Lóndres tomando parte en las
diversiones de la estacion, dejándose ver en los
paseos públicos durante el dia, y en el teatro ó
los bailes por la noche. En fin, el capitan Ryecroft
es uno de aquellos pocos individuos que están
favorablemente dotados así fisica como moral-
mente sin echarlo de ver , ó porlo menos sin dar
importancia al hecho.
Hace ya quince dias que está en la vecindad,
hospedado en la fonda principal de un pueblo ri-
bereño;, muy favorecido por los pescadores de
aficion y los viajeros. Sin embargo, no ha traba-
do conocimiento con nadie, aunque le habria si -
do muy fácil: su único objeto es ir á buscar
salmones al Wye, ó mas bien á divertirse en la
pesca. Apasionado discípulo de Isaac, no se cuida
de otra cosa, al menos en el distrito en que se-
halla entonces.
Tal es su situacion hasta cierta mañana en que
se opera en él un cambio, tan imprevisto como
el salto de un salmon en el agua tranquila, cam-
bio que debe á la casualidad de haber visto un
rostro encantador, mientras se entregaba á su re-
creo favorito. Véase cómo sucedió :
A unas cuatro ó cinco millas de la ciudad donde
ha ido á residir, ha descubierto en cierto paraje
del rio dos ó tres remansos que parecen punto de
reunion para los salmones; y como en aquel
sitio ha conseguido ya el capitan pescar dos ó
tres de no escaso tamaño, siempre se dirige allí
de preferencia, por lo menos tres dias á la sema-
na. Cierto que para llegar al sitio es preciso avan-
zar contra corriente; pero este es asunto del
remero, jóven llamado Wingate; cuyo bote y ser-
vicios ha contratado el capitan de húsares para
los dias que permanezca en el Wye.
En la mañana de que hablamos se dirige por el
rio al sitio de costumbre, aunque algo mas tarde
que otros dias, y á poco encuentra otro bote de
recreo, á juzgar por sus adornos y pinturas. Sin
embargo, el pescador no se fija en esta particula-
ridad: mira solo á las personas que van en
la embarcacion; son tres, dos señoritas que están
sentadas en el banco de proa, y un robusto re-
mero colocado en la parte opuesta para equili-
brar el peso. El hombre no liama la atencion del
capitan mas de un segundo, el cual le basta para
observar el aseo y limpieza de su traje de marine-
ro; pero sí excitan su interés las señoritas, parti-
cularmente una de las dos,á la que mira tan
largo tiempo como lo permite la prudencia y los
buenos modales. El bote pasa de largo; pero las
facciones de aquella mujer quedan grabadas en la
memoria del capitan.
Esto es lo que sucede en el primer encuentro:
en el segundo, al otro dia, repíitense las mismas
circunstancias, y casi en el mismo sitio. Al capi-
tan le parecen aun mas hermosas las facciones de
la dama, y producen en su ánimo mas profunda
impresion, que promete ser duradera. El rostro
de la jóven, radiante de hermosura, excita su ad:
miracion, tanto como su especial cabello, casi do-
rado, pues aquella dama es Gwen Wynn
En el segundo encuentro ha podido examinarla
mejor, porque los dos botes han pasado mas cer-
ca uno de otro, aunque no tanto como quisiera
el capitan. No obstante, este último se dá por sa-
tisfecho, pues parécele que su mirada ha sido
correspondida con otra no menos expresiva. ¿Ha-
bria tenido la suerte de excitar en la hermosa
jóven el mismo interés que ella le ha inspirado?
Tal es su reflexion mientras los botes se alejan
uno de otro en sentido opuesto. -
Su remero no ha podido decirle quién es la
dama ni dónde habita: lo único que sabe es el
nombre del bote que conduce á las señoritas,
porque despues de haber cruzado, lee en la popa:
EL GwENDOLINE: tambien tiene nombre su em-
barcacion, y es el de María.
Este dato puede servir al capitan Ryecroft
para tomar algunos informes, y en su conse-
cuencia apunta el nombre cuidadosamente.
Pasa ofra noche; un nuevo sol ilumina las
aguas del Wye; y el capitan se dirige segun
costumbre al sitio favorito; pero aquel dia no
pesca ningun salmon ni ve el cabello de color de
oro.
Sin embargo, no se desanima, y vuelve al
otro dia, precisamente el mismo en que obser-
van su bote con un anteojo. Sospecha ya que la
morada de la interesante ninfa del rio se halla
cerca de una construccion semejante á la de una
pagoda, que le ha llamado la atencion varias
veces en la orilla derecha del rio, porque un poto
mas abajo del islote que hay allí es donde ha
encontrado el bote de recreo; y el remero no pa-
recia haber hecho una excursion muy larga. No
obstante, entre la pagoda y la ciudad hay varias
quintas ó residencias en la misma orilla; y tal
Ps habite en alguna de ellas la dama del cabello
e Oro,