24 BIBLIOTECA ILUSTRADA DE TRILLA Y SERRA.»
Murdock comprende al punto, y tambien
Olimpia.
—¡Ah! exclama esta última con acento irónico;
¿se casa por ventura esa señorita?
El escribano hace una señal afirmativa.
—Esa sí que es una verdadera novedad, mur-
mura Murdock con tono lúgubre.
—É imprevista, añade la parisiense. Decid,
señor Rogerio, ¿sabeis si el prometido es el caba-
llero Shenstone?
Esta pregunta revela que Olimpia está muy
bien enterada de los asuntos de Gwen, si no per-
sonalmente, por los informes que recibe.
—No, contesta el escribano, no es el novio ese
caballero.
—¿Quién pues? preguntan los dos esposos
simultáneamente ?
—Un hombre capaz de dar muchos herederos
4 Llangorren, y ensanchar la distancia que Os
separa de ese dominio. ¡Ah! será una barrera que
no franqueareis nunca.
—Señor Rogerio, dice Murdock, tened la bon-
dad de explicaros. ¿Quién ha de hacer todo esto?
¿Cuál es el nombre de la persona?
—El capitan Ryecroft.
—¡El capitan Ryecroft! ¿Quién es?
—Un capitan de húsares, gallarda figura, Una
especie de tipo que participa del de Marte y Apo-
lo, un Hércules. Segun os he dicho, promete ser
padre de una numerosa familia, cuya madre será
Gwen Wynn. Ya me parece estar viendo á unos
sonrosados niños jugar en aquellas praderas.
—¡El capitan Ryecroft! repite Murdock entre
dientes; jamás he visto á esc hombre ni he oido
hablar de él.
—Entonces será esta la primera vez; y acaso
no tardeis en verle, pues quizás se halle entre
aquella brillante sociedad. ¡Ah!...... no; está mas
cerca. ¡Qué singular coincidencia! En nombrando
al ruin de Roma, luego asoma. ¡Mirad! ahí teneis
vuestro enemigo, caballero Murdock.
Al pronunciar estas palabras, el escribano se-
ñala un bote que surca en aquel momento las
ondas del rio, tripulado por dos hombres, uno
de los cuales lleva un kepis blanco. La embarca-
cion se dirige hácia Llangorren.
- —¿Cuál de los dos? pregunta Murdock ma-
quinalmente.
— — Aquel del kepis blanco ; á ese es á quien de-
beis temer. El otro es solo el barquero, un tal
Wingate, honrado muchacho que no puede ins-
pirar recelo alguno, como no sea á nuestro digno
amigo Coracle Dick, á quien ese jóven disputa
las sonrisas de la graciosa María Morgan. SÍ,
amigos mios ; en el que lleva ese kepis dabeis ver
al futuro señor de Llangorren.
-—¡Jamás ! exclama Murdock con acento de
cólera, ¡jamás!
El escribano y la parisiense cambian á hurta-
dillas una mirada de inteligencia, y sus semblan-
tes expresan cierta satisfaccion.
— Os exeitais demasiado, caballero, dice el
escribano con cierto énfasis; bien veis que esto
es cosa que no se puede evitar.
— No lo sé, contesta Murdock.
Supongo que no, añade despues de una pausa,
cual si temiese haber dicho demasiado ; pero de-
iemos este enojoso asunto, pues ya hemos ha-
lado bastante de él. ¿ Quereis quedaros á comer
con nosotros ?
— Si no teneis en ello inconveniente......
—- Mas fácil es que le tengais vos, porque se-
guramente os quedareis con gana. Los carniceros
que hay por aquí no son muy amables; y si no
me engaño, nuestra comida de hoy os parecerá
algo primitiva, pues se reduce á patatas y toci-
no, con algunas coles del huerto.
— Caballero Murdock, poco importan los
manjares con tal que sea buena la compañía.
Con una corteza de pan me contento cuando se
me recibe con agrado y afectuosidad; y aun pre:
fiero esto á un banquete en que se debe alternar
con incómodos compañeros. Por otra parte,
vuestro tocino inglés me parece muy sabroso , y
las coles suculentas. Con un pedazo de salmon
del inmediato rio, y un buen faisan , comeremos
tan bien como Lúculo.
—¡Ah! es cierto, contesta Murdock ; con un
salmon y un faisan habria suficiente ; pero
¿dónde está eso ? Mi pescadero, que es Ibon
cazador, se aleja tanto de aquí como el carnicero,
sin duda porque figuro demasiado en sus libros
de cuentas. Sin embargo, no dejan de venir á
verme con mas frecuencia de la que yo deseo;
esta mañana, sin ir mas allá, antes de levantar-
me, tuve el honor de recibir la visita de esos dos
señores ; pero desgraciadamente, ni el uno trajo
carne ni el otro pescado. En vez de esto me pre-
sentaron dos pliegos de ese detestable papel
azulado, con líneas rojas y llenas de cifras ; era
todo un tratado de aritmética, nada agradable á
la hora de almorzar. Así, pues, señor Rogerio,
siento mucho no poder ofreceros un salmon, y
en cuanto al faisan , tal vez habeis olvidado que
estamos en tiempo de veda.
— Jamás la hay para los que guardan crias y
tienen cotos.
—S$í; pero no todo el mundo puede cazar en
ellos.
— Eso es segun y CÓmOo.....
—No os entiendo ; si no os explicais.....
— ¡Bien! interrumpe Rogerio; dejemos por
ahora á un lado las explicaciones, y vamos al
grano. Como habia decidido venir á visitaros hoy,
he pensado que no os ofenderia que hiciese un
regalo á la señora ; y este regalo es precisamente
un salmon y un faisan.
Murdok y Olimpia miran á Rogerio con asom-
bro; y creen que habla de broma, pues no
observan bajo de su traje bulto alguno que indi-
la presencia del salmon ó del ave.
— ¿Dónde está eso? pregunta Murdock maqui-
nalmente. ¿ No decís que lo traeis ?
— ¡Ah! hablaba metafóricamente; queria decir
que lo habia enviado; y si no me engaño debe
estar ahora cerca. Si; ya diviso á mi mensajero.
Al pronunciar estas palabras , señala un hom-
bre que avanza por el valle, abriéndose paso
entre la enmarañada espesura de matorrales.
—¡Coracle Dick! exclama Murdock reconocien-
do al cazador furtivo.
—El mismo, contesta Rogerio; pero tened en
cuenta que aun cuando pase por cazador furtivo,
ó haya sido tal vez alguna otra cosa peor, le
tengo por un buen muchacho en su género,
sobre todo para ciertos asuntos. Cierto que no
goza de muy buena reputacion ; mas yO pienso
que á veces se desacredita á Jos hombres sin
suficiente motivo. No dudo que nuestro hombre
pudiera ser útil algun dia, y tal vez participareis
de mi opinion si se presenta el caso. Por lo pronto
me limitaré á deciros que cuando necesiteis un
brazo fuerte y un corazon firme, Coracle Dick, Ó
Ricardo Dempsey, si os gusta mas este nombre,
está dotado de ambas cosas, las cuales pondria
seguramente á vuestra disposicion.
Mientras Murdock reflexiona sobre cuál pueda
ser el verdadero sentido de estas palabras,
individuo mencionado avanza rápidamente. Es
un moceton robusto, que llama desde luego la
atencion por su largo cabello negro, rizado natu”
ralmente ; la expresion de sus ojos tiene algo 40
siniestro; y diríase que en su rostro ha impres0
el crimen un sello indeleble. Poca
Su traje es el que visten de ordinario los caza”
dores furtivos : lleva casaca y pantalon de pant
y polainas de piel, abotonadas hasta la rodilla
cubriendo su cabeza una gorra de pelo.
A A