Full text: Una boda aristocrática

  
  
  
  
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18 BIBLIOTECA ILUSTRADA DE TRILLA Y SERRA. 
tanilla está entreabierta, Ryecroít ve en el interior 
una cara que no le es desconocida, y que le causa 
cierto sobresalto. 
—¿Qué ocurre? pregunta el mayor, al ver que 
su amigo se detiene de pronto. 
—Si no fuese porque estoy en Bolonia, y no en 
las orillas del W ye, replica el capitan, juraria que 
acabo de ver un hombre á quien encontré no 
hace muchos dias en el condado de Hereford. 
—¿Qué clase de hombre? 
—Un escribano. 
—No puedo ver á ninguno; todos se parecen; 
á mi me producen el mismo efecto que los agen- 
tes de policia. 
Satisfecho con esta explicacion, el capitan no 
contesta; y los dos amigos continúan su camino 
hácia la calle de las Quincallerias. 
Al entrar en su casa, el mayor pide lo necesario 
para hacer un ponche, y siéntase á la mesa con 
su compañero; pero antes que haya habido tiem- 
po para llenar los vasos, resuena la campanilla 
de la puerta de la casa, y óyese una voz que pre- 
gunta por el capitan Ryecroft, pues el comedor 
está contiguo á la puerta de entrada. 
—¿Quién diantre puede preguntar por mi? pre- 
gunta el capitan, mirando con sorpresa al mayor. 
Este último no podria decirlo, ni sabe qué pen- 
sar, pero el criado se encarga de dar la contesta- 
cion; entrando con una tarjeta, que presenta al 
capitan. 
Ryecroft la toma presuroso,- y lee el siguiente 
nombre: 
«JORGE SHENSTONE.>» 
CAPITULO XI. 
VISITA IMPREVISTA. 
—¡Jorge Shenstone! exclama el capitan Rye- 
croft, leyendo la tarjeta. ¡Jorge Shenstone! repite 
con asombro, mirando de nuevo el pedazo de car- 
tulina. ¿Qué diablos significa esto? 
—¿El qué? pregunta el mayor, participando de 
la sorpresa de su amigo. 
—La llegada de ese caballero. ¿Veis esto? 
El capitan presenta la tarjeta al mayor á través 
de la mesa. 
—¿Y qué es ello? 
—Leed el nombre. 
—Jorhe Shenstone. ¿No le conoceis? Tal vez 
no hayais oido hablar de él nunca..... 
— ¡Oh, si! 
—Será un antiguo conocimiento; algun amigo 
tal vez, Ó quizás un adversario; mas espero que 
no esto. último. 
—Si es el hijo de cierto cabaMero llamado Jorge. 
Shenstone, de Hereford, no puedo decir que sea 
amigo ni enemigo; y como no conozco á nadie 
mas de este nombre, supongo que debe ser él. 
En este caso, lo que pudiera tratar conmigo es 
una cuestion á que no puedo contestar. ¿Me per- 
mitireis que mo-tome la libertad de introducir en 
vuestra casa á ese caballero, amigo Mahon? 
—Ciertamente, muchacho; que entre aquí si 
quereis, y se reuna con nosotros para... 
—Gracias, mayor, interrumpe Ryecroft; pero... 
no, prefizro hablar antes con él una palabra á . 
solas, pues en vez de beber, tal vez quiera batirse. 
—¡Hola! exclama el mayor dirigiéndose á su 
criado, veterano del 18. regimiento ¡Murtagh! 
introduce á ese caballero en la sala. 
—Hl caballero Shenstone y yo, continúa Rye- 
croft, prosiguiendosu explicacion, nos conoce- 
mos muy ligeramente; solo nog hemos encontra- 
do algunas veces en reunion, y la última en un 
baile particular, hace tres noches. En la mañana 
de aquel dia fué cuando ví á ese escribano que 
  
  
  
me pareció haber reconocido al pasar junto al 
coche que encontramos hace poco. No parece sino 
que todos los que habitan á la orilla del Wye han 
textido el capricho de seguirme á Francia. 
—¡Já, já, ja! en cuanto al escribano, sin duda 
os equivocais, y tal vez sea lo mismo respecto al 
que acaba de llegar. ¿Estais seguro que es la 
misma persona? 
—Completamente. El hijo del baron residente 
en Hereford se llama Jorge Shenstone, lo mismo 
que su padre, cuyo título debe heredar, y no sé 
que tenga otro nombre. 
—¡Esperad! interrumpe el mayor mirando de 
nuevo la tarjeta, aquí hay algo que podrá identifi- 
car las señas: Palacio de Ormeston. 
—¡Ah! exclama Ryecroft, que en su agitacion | 
no se habia fijado en las diminutas letras que 
hay en un ángulo inferior de la tarjeta. ¡Palacio 
de Ormeston!... sí; ahora recuerdo; así se llama 
la residencia del caballero Jorge. Seguramente es 
el hijo quien me espera. 
—Pero ¿por qué os figurais que desea batirse? 
¿Ha ocurrido algo entre vosotros dos? 
—No, nada; al menos directamente. 
—¡Ah! pues será indirectamente. ¡Bah! apos- 
taria á que hay mujer dé por medio. 
— Si ese caballero busca riña, supongo que 
será por aguello, replica lentamente Ryecrott 
como hablando consigo mismo, y refiriéndose á 
lo que ocurrió la noche del baile. b 
Y entonces vuelve á pensar en aquella escena 
del pabellon de verano, así como las palabras de 
enojo que se pronunciaron; y se confirma en la 
suposición de que Jorge Shenstone viene á bus: | 
carle de parte de la señorita Wynn. : 
La idea de que Gwen haya elegido semejanto. 
campeon hace renacer su cólera y exclama indig- 
nado: de 
—¡Vive el cielo que encontrará lo que busca! 
Pero no es justo hacerle esperar mas tiempo: 
Dadme la tarjeta, amigo mio. E » 
El mayor se la entrega diciéndole: , 
—Si se trata de alguna píldora azulada en vez - 
de un vaso de ponche, puedo proporcionaros un. 
buen par de ladradoras, las mejores que hay en 
Bolonia. No me habeis dicho sobre qué versa la 
disputa; pero os conozco demasiado, Ryecroft, 
para no comprender que la razon está de vuestra 
parte, y por lo tanto podeis contar conmigo 
como padrino. Por fortuna es el brazo izquierdo 
el que me falta, pues con el derecho puedo tirar 
tan bien como antes, si se arregla alguna contra- 
danza á cuatro. ús y 208 
—Gracias, Mahon; sois precisamente el hom- 
bre á quien hubiera pedido un favor semejante. 
—El caballero espera en la sala, dice el criado 
veterano presentándose en la puerta. ly 
—No cedais una pulgada, añade el mayor, que 
siente renacer de pronto su antigua hostilidad | 
céltica; si pide explicaciones enviádmele á mí 
que ya le daré yo satisfaccion cumplida. Firmeza 
sobre todo, muchacho. 
—No temais, contesta el capitan, saliendo del 
comedor para recibir al visitante, que en su 
concepto no puede ser sino un comisionado de 
Gwen W ynn. ES 
Y no se engaña del todo; pero no es en el sen- 
tido en que se figura, ni tampoco para tratar del 
asunto que piensa. Jorge Shenstone no está 
allí para pedirle cuenta de palabras de enojo ó 
conducta descortés. Trátase de alguna cosa mas | 
séria, puesto que el hijo del baron'ha salido de 
Llangorren con un agente de policía: este último 
no ha entrado sin embargo en la casa; se 
ha quedado en la calle á distancia conveniente, 
aunque no con la esperanza de que le llamen ni 
que se le exija ningun servicio oficial. Sin ningu- 
na órden por escrito, ni tampoto con derecho 
para hacer uso de ella, sus atribuciones se redu- 
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