A A
UNA BODA ARISTOCRÁTICA. 5%)
Un vigoroso golpe de remos basta para que la
María se aleje de su amarre; pero antes, el jóven
Se ha descubierto para saludar á una persona que
está en pié á la puerta de la casita.
Es la viuda Wingate.
CAPITULO XXL
SOLICITUD MATERNAL.
«¡Pobre muchacho! la tristeza le consume; ha
recibido el golpe en el corazon; esto es evidente
Para mí, por mas que haga esfuerzos para ocul-
tarlo.»
Asi reflexiona la viuda Wingate, que está pen-
sando en su hijo.
Hállase sola en su casita, pues el capitan Rye-
croft ha venido á buscar aljóven barquero para
emprender una exploracion nocturna, la misma
de que ya hemos hablado.
La viuda no sabe á dónde se dirigen, ni con qué
objeto; pero harto comprende que Ryecroft no va
á Llangorren, puesto que el dominio ha cambia-
do de dueño; y por eso le extraña mas la hora
elegida para recorrer el Wye. Seguramente no se
tratará de ninguna excursion de recreo.
De buena gana hubiera preguntado; mas no ha
tenido oportunidad de hacerlo, pues el capitan
llamó á Wingate, diciéndole que era preciso mar-
char al punto; y el jóven no ha podido entrar de
nuevo en su casa para decir á su madre dónde va,
segun tiene costumbre de hacerlo.
Coracle Dick, cazador furtivo y guardabosque.
Sin embargo, no es esto lo que preocupa á la
Viuda Wingate; solo piensa en el padecimiento
Moral que aflige á su hijo desde el dia en que un
Mensajero de Abegann vino á comunicarlela dolo-
YOsa noticia de la muerte de su adorada María.
Ya suponia la madre que su dolor seria profan-
O, inmenso su pesar; pero no contaba que se
- Prolongase tanto. Han pasado muchos dias desde
aquel en que ocurrió la sensible desgracia, y la
Viuda no ha visto sonreir á su hijo una sola vez.
a comienza á creer que aquel dolor durará mien-
Yas él viva, y teme las consecuencias de semejan-
£ pasion de ánimo.
“Lo peor de todo, murmura para sí, es que Ja-
Cobo sigue creyendo que él tiene en parte culpa
de la muerte de María, á causa de haberla pedido
Una cita; pero ya sabemos lo de la entrevista de-
bajo del olino grande, desde el principio hasta el
fin, y no hay razon para que Jacobo se acuse de
haber sido en lo mas mínimo causante de la des-
gracia. Lo que ocurrió estaba ya decretado por la
Providencia, mucho antes de que María Morgan
saliese de su casa. Cuando soñé en aquel ataud y
los cirios, estaba casi segura que sucederia algo
por el estilo. » ,
Sucédese una pausa, y reanudando luego el hilo
de sus reflexiones, la viuda prosigue su soli-
loquio.
«¡Sí! exclama; ya sabia yo que iba á suceder
algo. ¡Pobre María Morgan! Yo nola conocia
mucho; pero seguramente era una buena mucha-
cha, pues de lo contrario no la habria amado mi
hijo tan profandamente, ni la lloraria tanto. »
Ya comienza á ser tarde; el sol ha desaparecido