LA CRIOLLA DE LA JAMAICA. 29
E todas las riquezas de mi tio. ¡ Adios, y ben-
igaos el Señor, generosa prima!
Antes que la criolla pudiese repetir su ofreci-
miento ó añadir otra palabra de consuelo, el jó-
Ven se perdió de vista.
CAPITULO XX.
LA GRANJA DEL ISRAELITA.
Mientras ocurrian dichas escenas en la propie-
ad de Mount Welcome, hubiérase podido pre-
senciar otras no menos interesantes en la planta-
cion ó granja de Jacobo Jeruson, situada cerca del
dominio de Loftus Vaughan.
El mercader de esclavos era dueño de un barra-
con que se elevaba cerca de la bahía, en el cual
solia exponer los negros destinados á la venta;
pero habitaba en una casa bastante grande, aun-
que no tan cómoda ni lujosa como la de Mount
Welcome.
La propiedad del israelita habia sido en otro
tiempo una inmensa plantacion de azúcar; pero
poco despues de haberla comprado, la naturaleza
¡Gracias, hermosa prima ! Sois bondadosa,
salvaje comenzó á recobrar en aquel dominio su
qero, ó mas bien su opulenta fecundacion,
den des árboles elevábanse hácia el cielo, profun-
al Mente arraigados en la tierra; el campeche, el
t Sodonero, y diversos arbustos invadian comple-
Mente el terreno. Los glaucios de flores amari-
48, las verbenas silvestres, las celidonias y las
Stanadillas crecian en los claros; mientras én al-
Os lienzos de pared, ya ruinosos, brotaban vi-
de osamente diversas plantas parásitas, forman:
Una red inextricable.
A el centro de este dominio, casi reconquista-
do por la naturaleza, elevábase la «casa grande,»
título que solo podia merecer por su dimension;
era mas bien un conjunto de construcciones que
comprendia los molinos de azúcar, las casetas de
los negros y las cuadras, todo esto circuido por
una alta pared que comunicaba al conjunto el
aspecto de una penitenciaría mas bien que de una
casa de campo.
Esta plantacion se habia titulado en una remo-
ta época el «Valle feliz;> pero desde la llegada de
Jetuson designábasela solo con el nombre de
«Granja del israelita. »
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