Full text: La granja del desierto

    
12 BIBLIOTECA ILUSTRADA DE TRILLA Y SERRA. 
blacion en una laguna en la cual me llegaba el 
cieno á la rodilla: en cuanto á mi heredad, tuve 
que tomar un bote para visitarla, y despues de 
haber navegado sobre ella á mi placer, sin poder 
tocar el fondo, regresé al albergue descorazonado 
y lleno de disgusto. 
»Me embarqué para San Luis eu el primer bu- 
que de vapor que pasó, y vendí mi lote y mi finca 
por un precio risible. 
»No necesito deciros cuán mortificado estaria. 
Sentia el corazon desgarrado cuando reflexionaba 
acerca de todos mis infortunios y pensaba en la 
suerte de mi jóven esposa y de mis hijos. Hubiera 
maldecido amargamente á América y á los ame- 
ricanos; pero ¿á qué fin? Aquello no me hubiera 
servido de nada, y además hubiera sido tan in- 
justo como inmoral. Verdad es que habia sido tor- 
pemente engañado dos veces; ¿pero no me habia 
sucedido ya lo mismo en mi pais, donde habia 
sido tratado de la misma manera por los que ha- 
cian gala de ser mis amigos? Dos veces me roba- 
ron los americanos; pero yo solo debia quejarme 
de mi falta de juicio, fatal resultado de una educa- 
cion mal dirigida: lo mismo me hubieran engaña- 
docomprando un caballo en Tattersall, ó una libra 
de té en Piccadilly, sí hubiese sido incapaz de 
darme cuenta del valor de lo uno y de lo otro. 
EE 
LA CARAVANA. 
Al llegar á San Luis no tenia mas que 2,500 fran- 
COS, y si permanecia ocioso, aquella suma queda- 
ria pronto reducida ála nada. + 
Un jóven escocés vino á habitar la misma fon- 
da en que yo me habia hospedado. Como yo era 
extranjero en San Luis; como yo era de la vieja 
patria, pronto hicimos conocimiento; y como era 
natural nos hieimos mútuas confidencias. Yo le 
articipé las decepciones que habia sufrido en Ja 
irginia y en el Cairo, y me pareció notar que 
experimentaba cierta simpatía por mi. A su vez, 
entró en ciertos detalles de su vida pasada y acer- 
ca de sus proyectos para el porvenir. Habia tra- 
bajado muchos años en una mina de cobre, hácia 
el centro del gran Desierto americano, en las 
montañas llamadas los Mimbres, al oeste del rio 
del Norte. 
Los escoceses-forman un pueblo sorprendente. 
No son mas que una pequeña nacion y su influen- 
cia se extiende á todos los puntos de la tierra. Id 
donde querais, y les encontrareis en todas partes, 
ocupando posiciones importantes siempre en el 
camino de la fortuna y en medio de la prosperi- 
dad, no perdiendo jamás el profundo recuerdo 
que les une por medio del corazon á la tierra 
natal. 
Mi escocés de San Luis habia tenido que hacer 
un viaje á los Estados-Unidos y regresaba ahora 
á su mina de cobre, por San Luis y Santa Fé. Iba 
acompañado desu jóven esposa, linda mejicana, 
y de su único hijo, que era un niño. Esperaba 
una caravana española, que estaba á punto de 
partir para Nuevo Méjico y con la cual tenia in- 
tencion de hacer su camino, á fin de ir seguro 
contra los ataques de los indios durante la tra- 
vesía. 4 Bb. : 
Cuando estuvo al corriente de mis negocios, me 
“aconsejó que le acompañase y me ofreció una co- 
locacion lucrativa en la mina de la cual era el úni- 
co director. 
Disgustado como me hallaba á la sazon de mis 
relaciones con los habitantes de los Estados- 
Unidos, acogí con alegría su proposicion; y bajo 
su direccion me puse á hacer todos los preparati- 
vos para tan largo viaje. El dinero que me que- 
daba me permitia aun equiparme de una manera 
' y sabia que no podia hallar una mano mas dies" 
cordeles, Cudjo y yo conseguimos recompon% 
  
- conveniente. Compré una galera y dos pares de: 
  
   
bueyes vigorosos, para llevar á mi mujer, á mis 
hijos y las provisiones y viveres necesarios en tal 
viaje. No tenia necesidad de alquilar jun conduc: 
tor, pues nuestro fiel Cudjo estaba con nosotroS, 
   
  
tra para guiar una yunta. Compré un caballo pará 
mí y una carabina y todos los objetos menudos 
que son indispensables para atravesar las prade 
ras. Mis hijos Enrique y Frank tenian tambien 
pequeñas Carabinas que habiamos comprado en 
Virginia, y Enrique estaba muy orgulloso de la 
manera con que sabia manejar la suya. 
»Guando todo estuvo preparado emprendimoS 
la ruta de las praderas salvajes. 
»Nuestra caravana era poco numerosa; la gral 
caravana que cruzaba todos los años el trayecto 
de Santa Fé habia partido algunas semanas antes 
que nosotros. Éramos veinte hombres próxime- 
mente, y á lo sumo llevábamos unos diez carro: 
matos. Los hombres eran casi todos mejicano? 
que habian ido á los Estados-Unidos á recoge! 
algunas piezas de artilleria por cuenta del gobel 
nador de Santa Fé. Tenian un cañon y dos mor" 
teros de bronce con sus afustes y armones. | 
»No necesito, amigos mios, deciros todos 105 
incidentes de nuestro viaje, atravesando las vasta5 
llanuras y los grandes rios que se encuentra! 
desde San Luis á Santa Fé. En las praderas, 01: 
contramos á los pawnies, y en las márgenes del 
Arkansas, á la pequeña tribu de Cheyenne; per 
no tuvimos que quejarnos ni de los unos ni4 
los otros. Al cabo de dos meses dejamos el cam! 
no que siguen los comerciantes, y nuestra cart 
vana, para evitar el encuentro de los arapahos, $ 
dirigió hácia el rio canadiense, lo franqueó Co: 
teando la orilla derecha. 
»Pronto adquirimos la evidencia de que nos b% 
biamos internadoen un país accidentado y difíci, 
por el que avanzábamos lentamente. El camin0 
que seguíamos, cortado con frecuencia y á cortos : 
intervalos por arroyos, se dirigia desde el sur pú ] 
cia el rio. La mayor parte de aquellos arroy08 pel 
taban enteramente secos, pero formaban proful 
dos barrancos, y á cada instante nos veiamol 
obligados á detener todo el convoy, para allan. 
las sinuosidades y facilitar el paso de nuestr0 
carruajes. ' 
»Atravesando una de aquellas hondonadas, E 
rompió la lanza de mi galera. Cudjo y yo desu” 
cimos los bueyes, y pormedio de cuerdas repul? 
mos del mejor modo posible laavería. El resto Mi 
la comitiva nos adelantó y siguió caminando- .l 
amigo, el jóven escocés, al apercibirse de que pr A 
habíamos retrasado, yolvió á galope, para olé 
cernos su ayuda; pero yo rehusé su oferta dició 
dole que fuese áreunirse con los demás, y que de- 
todo caso me seria fácil alcanzarles cuando $0 ps 
tuvieran para hacer el primer alto de la noche- ss | 
muy frecuente ver un solo carro quedarse atr% 4d 
con su gente, para ser compuesto. Cuando 
llega al campamento durante la noche, se Ml, 
á la mañana siguiente un destacamento en Lo 
busca á fin de averiguar la causa de su reta! ar- 
Conociendo yo la habilidad de Cudjo, como “e, 
pintero, no dudé que podria reunirme con el re! 
de la caravana antes de la noche. Convera, E 
como yo de esto mismo, eljóven escocés M8 y 
volviéndose á sus carretas. . 
»Al cabo de una hora, á fuerza de clavos 
  
AAA 
  
    
e 
   
  
lanza, y aguijoneando vigorosamente á nue?” 
bueyes, seguimos las huellas de nuestros 00 
ñeros. Apenas habiamos hecho una milla 06 pe 
mino, cuando la pina dejuna de las A 
pezó á encogerse, á consecuencia de la ex ue 
da sequedad, y se desencajó de suerte q AJor- 
llantas estuvieron á punto de desprenderse. 2. 
tunadamente pudimos evitar aquel o 0 
cance deteniéndonos de golpe, y poniendo 
   
  
  
  
    
    
  
     
     
   
  
      
 
	        
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