Full text: La granja del desierto

  
  
  
  
LA GRANJA DEL DESIERTO. 5) 
ellos un placer mas bien que un inconveniente. 
Ninguna tenia la entrada por la parte de tierra, 
como habíamos oido decir con frecuencia. Hubie- 
Ya sido en efecto un mal cálculo por parte del 
castor, construir una puerta, por la cual hubiera 
Dodido, su enemigo el gloton ártico, penetrar y 
destruirie. Todas aquellas chozas estaban cubier- 
as de mortero, que á consecuencia de los golpes 
de la cola del castor y del contínuo roce de sus an- 
chos piés, habia llegado á estar tan unido y liso 
cOMo si le hubiesen pulido con un palustre. Sa- 
rlimos que por el interior estaban construidas 
del mismo modo, lo cual las hacia calientes y 
“ómodas para el invierno. 
»Algunas de aquellas chozas no formaban conos 
tegulares; sino que eran de formá ovoide, y habia 
OS bajo un mismo techo, á fin de ofrecer mas re- 
Sistencia á la accion del agua, y de ahorrar traba- 
JO en la construccion. Todas eran muy espacio- 
SAS, y muchas de ellas se elevaban á la altura de 
'"n hombre sobre la superficie del lago, con an- 
chos techos sobre los cuales subian los castores 
“descansar y tomar el sol. Cada habitacion habia 
Sido construida por sus moradores y estaba ocu- 
ada por una pareja de castores, macho y hembra; 
/. 4 Veces la familia se componia de cuatro ó 
¿ICO miembros. Los que habian acabado la cons- 
'uccion de su casa antes que los demás, se ocu- 
Paban en almacenar provisiones para el invierno; 
stas consistian en hojas y en talios delgados de 
Uferentes arbustos, tales como sauces, álamos y 
Oléras; y se veian grandes haces flotantes sobre 
Plagua á la entrada de muchas de aquellas habi- 
aClones. id 
»La estacion estaba ya demasiado avanzada 
Dára la construccion de un nuevo dique, pues or- 
Mariamente es en la primavera cuando los cas- 
Otes emprenden aquellas obras. Era, pues, evi- 
poo que la colonia que acababa de llegar habia 
A a desalojada 
10s, óque un repentino desmonte les habia 
si Zado á, abandonar su último establecimiento 
o tal vez á algunos centenares de kilóme- 
del: Supusimos que habian remontado el curso 
tilo que se dirigia hácia el este. 
jo Sin duda habian entrado en el valle algun 
Mpo antes de mi descubrimiento, pues debian 
las tr empleado muchos dias en derribar los árbo- 
A jármado, Muchos de aquellos tenian cerca de un 
€ de diámetro, y la mayor parte de las piedras 
Son pabian hecho rodar 'ó habian trasportado 
ps patas de delante y con el pecho podian 
Sar sobre veinte libras. : 
ade abian pues llegado estando muy avanzada 
st cion, y habian trabajado vigoramente, para 
2 Preparados antes del invierno. 
XIX. 
   
   
      
      
LA ARDILLA INTELIGENTE. 
    
tanto que observábamos asi los movi- 
entos de nuestros castores, conversando acerca 
2 Costumbres de tan interesantes animales, 
Icidonte que nos divirtió mucho, vino á pro- 
08 que los castores no son los solos animales 
es la naturaleza ha dotado de una sagaci- 
extraordinaria. ? 
Brando en medio del lagose elevaba un grupo de 
Bad. dy árboles cuyos troncos se sumergian en 
Sua áuna profundidad de dos á tres piés. Antes 
   
     
'de form. 
pr ormarso el estanque aquellos árboles se en- 
in Yaban en la orilla del arroyo; pero con la 
Mv e > : 
to pcia ah habian quedado rodeados de agua por | 
deter rtes formando una especie de isla. Evi- 
Porta e SO allaban destinados á perecer, pues 
- ¿Séclan 4 da especie de los álamos que no 
  
por los tramperos ó por los ' 
' Y en acumular materiales para construir el á 
Jue cuya repentina elevacion tanto nos habia á 
  
pueden vivir con las raices cubiertas de agua. 
»Sobre las copas de aquellos árboles observa- 
mos muchos animales pequeños que saltaban 
con agilidad de rama en rama, y de un árbol á 
otro. Eran ardillas y parecian estar poseidas de 
una viva excitacion. Se hubiera dicho que esta- 
ban espantadas por la presencia de un enemigo, 
y siu embargo nada las amenazaba. Pasaban de 
un árbol á otro, y descendian á lo largo del tron- 
co todo lo abajo que el agua permitia. Luego, 
despues de haber mirado hácia afuera, como si 
tuviesen la intencion de saltar al lago, volvian á 
subir de repente y corrian por las ramas mas 
altas. Habia sobre una docena; pero la rapidez 
con que pasaban de un punto á otro podia 
hacer creer que eran diez veces mas numerosas. 
Las ramas y las hojas estaban constantemente 
agitadas, como si un enjambre de pequeños pája- 
ros volase entre aquel grupo de árboles. 
» Ya habíamos observado aquellos animales 
que saltaban de árbol en árbol; pero no hallando 
en aquello nada de extraordinario, no habíamos 
hecho alto en sus movimientos, 'Sin embargo 
ahora nos parecia evidente que aquellos peque- 
ños animales, que no entran nunca en el aguasin 
ser obligados por una necesidad absoluta, debian 
haber sido sorprendidos de pronto en su retiro 
ordinario por la formacion de la esclusa, y que 
por consiguiente se hallaban prisioneros. Los ár- 
boles estaban despojados de la mayor parte de 
sus hojas, y su corteza se hallaba desguarnecida 
de tallos y de las ramas mas tiernas. Las ardillas 
habian sido reducidas á vivir de aquel modo y 
buscaban con ansia la manera de dejar aquel 
sitio. 
cion que se manifestaba entre ellas. Cerca del gr 
po de los árboles, por la parte alta del lago 1lot: - 
ba sobre las aguas un pequeño tronco. Habia sido 
ó de otro en el arroyo, y ar- 
arrojado de un mod 
rastrado por la corriente que le aproximaba á la 
pequeña isla formada por los árboles en que se. 
encontraban las ardillas; pero venia lentamente, 
* pues la corriente en medio del lago apenas era 
sensible. El tronco del árbol era el que can- > 
saba todo aquel desórden, pues los animales te- 
nian positivamente la intencion de servirse de él 
como si fuera una balsa en cuanto se aproxi- 
mase. 
»Con el objeto de observar todos sus movi- 
mientos nos sentamos en el sitio en que nos ha- 
llábamos. El tronco avanzaba suavemente: las 
ardillas se reunieron en el lado de donde venia, 
y en vez de subir y bajar como habian hecho 
antes, permanecieron en observacion en el extre- 
mo de las ramas. ' 
» Entre tanto el tronco flotaba hácia el punto 
por donde parecia que debia pasar mas cerca de 
los árboles. Una larga rama avanzaba en aquella 
direccion ; pero segun nuestro cálculo, el madero 
no deberia pasar á menos de veinte pasos de ella. 
Sin embargo, las ardillas estaban todas reunidas 
una detrás de otra formando una larga fila, y la 
que estaba delante, tomaba ya actitud para saltar. 
—» No creo que tenga la intencion de saltar tan 
lejos, dijo María, en tanto que conteniamos el 
aliento observándola con creciente interés. 
—»Si, mi ama, repuso Cudjo, ellas tener in- 
tencion de saltar sobre él; vuestro negro las ha 
visto en Virginia, saltá lejos, mucho mas: ¡mirad! 
verlo vais ahora. ¡Eh... hup!... 
» Aun no habia acabado Cudjo, cuando la pri- 
mera ardilla hendiendo el aire, acababa de caer 
sobre el tronco flotante; la segunda la siguió, des- 
pues otra y las demás sucesivamente, como si 
fuesen una bandada de pájaros volando en fila 
por el aire, hasta que el trozo de madera quedó 
cubierto por aquellos pequeños animales, y siguió 
flotando con su nueva carga. 
   
A e y 
"De pronto descubrimos la causa de la agita= 
 
	        
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