Full text: Los franco-tiradores americanos

  
  
  
  
  
LOS FRANCO-TIRADORES AMERICANOS. 29 
mostrarla con motivo de las batallas libradas 
en el valle de Méjico, en que Jack y Twidget estu 
vieron separados, y este último pasó cuatro 
dias entre las ruinas de un convento abandonado 
sin tener oteo alimento al alcance de su boca 
que piedras y argamasa. 
De dónde procedia el nombre de Twidget que * 
Se le habia dado todos lo ignorábamos; pero es 
de presamir que le fuera otorgado por la fanta- 
sia del niño. 
Apenas me hubo visto Jack, soltótcon presteza 
su caballo y vino á servirme el almuerzo. 
Concluido este, me puse en camino y atravesé 
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con mi compañía todo el campamento que estaba 
silencioso y entregado al sueño. 
No tardó en juntársenos el mayor que venia 
montado en un alto y huesoso caballo y seguido 
de su asistente llamado Doe, que traia un saco 
de cebada para el caballo del mayor, y una 
gran canasta conteniendo los manjares para la 
mesa de su amo. 
No tardamos en llegar al camino de Orizaba, 
que fué por donde tomamos, yendo á la cabeza 
de nuestra compañía el mayor y Jack. Confieso 
que el espectáculo de aquellos dos jinetes era algo 
risible : el primero, montado sobre un escuálido 
  
  
El ranchero de Méjico. 
CON e y 4 4 y A : 
ha parecia, visto 4 los inciertos rayos del sol 
Pe E uno de esos centauros gigantescos de 
ao abla la fábula, y en cuanto á Jack y su 
abit: , Se parecian como dos gotas de agua á dos 
tantes liliputienses. 
an ji gee uno de los ángulos del bosque vimos 
dis Ma ip en medio del camino, á alguna 
Ps a de nosotros. El mayor, que lo vió el pri- 
Al marchar á la cabeza de la columnita, 
poseo lr volvió grupas, y vino á colo- 
Mañioh ae 7 impera En honor de la verdad, esta 
o a fué ejecutada con la mayor naturalidad; 
no Y oa go noté que la presencia del meji- 
labla impresionado vivamente al mayor. 
  
Me adelanté hácia el jinete, que era un zamba 
que iba en persecucion de su ganado que se habia 
escapado de su corral, y le hice algunas pregun- 
tas referentes al objeto de nuestra expedicion. El 
zambo me señaló con la mano hácia el sud, dicién- 
dome en español que por aquella parte encontra- 
ria las mulas que buscaba. 
—Hay muchas, muchísimas en los bosques que 
teneis á vuestra derecha, me contestó. 
Conformes con esta indicacion tomamos el ca- 
mino señalado, que al poco tiempo se convirtió 
en un estrecho sendero. Entonces tuvimos que 
mudar nuestra formacion y caminar á la desfilada, 
al estilo de los indios. El sendero que recorriamos 
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