14 BIBLIOTECA ILUSTRADA DE TRILLA Y SERRA.
De pronto, llenáronse sus ojos de lágrimas,
puso una mano sobre el pecho, y al ver como
desaparecia Sansuta entre las sombras del erepús-
culo murmuró:
—¡Pobre niña! ¡nunca conoció á su madre!
Algunas veces pienso que no he sido muy buen
guardian para Sansuta; pero el Gran Espiritu
sabe que he cumplido con mi deber. :
Y exhalando un suspiro, enjugó las Jágrimas
de sus ojos, y dirigióse á la tienda del consejo.
CAPÍTULO. X.
UN MENSAJERO NEGRO.
Sigamos los pasos de Sansuta.
Tan pronto como se hubo perdido de vista, y
estuvo segura de que no podia ser observada, la
jóven apresuró su marcha, no hácia el manantial,
sino en direccion á una espesa arboleda que habia
al pié de la colina.
Al acercarse al sitio acortó el paso, hasta que
al fin se detuvo.
Entonces pareció que se estremecia todo su
cuerpo, y hubiérase dicho que dudaba, cual si
comprendiese que no obraba bien.
El sol se habia ocultado ya en el horizonte, y
las tinieblas reemplazaban á la luz del dia.
Sólo un confuso murmullo anunciaba la pro-
ximidad del campamento indio en la cima de la
colina; pero pasados algunos instantes, reinó
un silencio profundo. A
Poco despues oyóse el canto de un cuclillo, que
se repitió dos ó tres veces, siempre con entonacio-
nes más sonoras.
Apenas se hubo extinguido la última nota, so-
bresaltó 4 Sansuta una inesperada aparicion, y
antes de que pudiera recobrarse de su espanto,
vió ú sus piés un negro de figura grotesca, cuz
bierto de andrajos, que la contemplaba sonriendo
estúpidamente,, E
Era el tullido, que con la vista fija en Sansuta,
parecia experimentar un diabólico placer por el .
espanto que causaba. ds E
Pasaron algunos momentos antes que la jóven
pudiera recobrarse de su temor; pero. al fin ex-
clamó: Ed
—¿Qué quieres? déjame pasar. o
—¡Ha, ha, ha! murmuró el tullido, la hermosa
hija del bosque esperar ver en este sitio al pobe
nego; pero la bella india no temer nada, as
“ser inocente como un ángel, y el nego no ha
cerla daño. EAS
—¡ Vamos! ¿qué deseas? repitió Sansuta, reco-
brada ya del todo de su primer temor. Déjame pa-
sar; quiero volver al campamento.
repuso el tullido sin moverse del mismo sitio; el
-pobe nego querer sólo saber si Sansuta ser la hija *
el jefe de cabello blanco. l
- —Si; yo soy, contestó la jóven.
—¡Ah! ¡ah! ¡hi, hi! exclamó el tullido, hacien-
do las más ridículas contorsiones, el hijo del ros-
tro pálido no engañar al pobe nego; masa War-
ren saber bien dónde estar la hermosa india.
Sansuta se ruborizó al oir estas palabras.
— Masa Warren, continuó el tullido, enviar á
mi á decir á la señorita Sansuta que no poder ve-
nir esta noche á verá la hermosa india, porque
estar muy ocupado con el gran blanco; pero masa
Warren dar una cosa al nego para entregar á la
señofitas] Hi, Mi, hit 2. +,
Y entreabierta la boca por una sonrisa bestial,
y dirigiendo á la jóven una mirada de repugnante
E resion, el tullido comenzó á buscar entre sus
rajos el objeto á que se referia, sin duda el
je que le habia confiado Warren.
- neció silencioso
no estorbar el paso á la hermosa india,
de registrarse en todos sentidos, tan_| tados basades ey .
contró por fin la abertura de una especie de faltri-
quera de la cual sacó un paquetito de papel blanco
sujeto por un hilo de cuentas de vidrio.
El tullido dió entonces un saltito para acer-
carse más á lajóven, y la entregó el paquete,
dirigiéndola otra mirada que tenia algo de hedion-
da por su cínica expresion.
Sansuta vacilaba en tomar el objeto. .
-—Senñorita no tener miedo, murmuró el tulli-
do, mí no decir nada de masa Warren ni de la
hermosa india; mí ser mudo como la tumba.
No tanto por esta amistosa seguridad como por
su propia resolucion, Sansuta tomó el paquete
de manos del tullido y quiso alejarse; pero el ne-
gro seguia interceptando el paso.
—Masa Warren, añadió, mandar al pobe negó
decir á la hermosa india que ser en este sitio ma-
ñana por la mañana y tener mucho que hablar;
pero mi no decir nada, nada, nada.
Y sin esperar contestacion, el tullido hizo una
pirueta y desapareció tan rápidamente, que la
jóven le perdió de vista antes que pudiera reco-
brarse de su sorpresa.
Segura ya de que estaba sola, Sansuta abrió el
paquétito. e
Contenia un par de bonitos pendientes, entre
los cuales se veia un pedacito de papel.
Aunque hija de un indio, Sansuta sabia leer.
, Y á la escasa luz del crepúsculo, vió escritas
tan sólo las dos palabras siguientes:
«De Warren». Sd.
CAPÍTULO XI
EL, CONSEJO.
Al entrar Oluski en la tienda del consejo, todas
las miradas se fijaron en él.
El venerable jefe franqueó con lento y mesura-
do paso el espacio que mediaba desde la puerta
hasta el sitio que le correspondia, saludó despues
á todos los guerreros alli reunidos y tomó asiento.
Despues cogió su pipa, dando con esto la señal
Para que le imitasen todos los demás, y perma-
y como sumido en profundas re-
flexiones.
Al fin se levantó un jóven guerrero, que esta-
ba sentado frente á Oluski, y dirigióle la palabra
2n estos términos:
—¿Se dignará nuestro jefe decir á sus herma-
nos con qué objeto se hallan aquí reunidos y por
qué causa permanece silencioso y pensativo? Oi-
remos y aconsejaremos. ¡Que hable Oluski!
Al decir estas palabras, el jóven miró á todos
sus compañeros, y leyendo la aprobacion en sus
miradas, volvió á sentarse gravemente.
Entences se levantó el venerable jefe á su vez, y *
expresóse en estos términos: :
—No ignoran muchos de nuestros gerrerros,
aquí presentes, que hace largos años fui comisio-
nado por los hermanos mayores para ir á enten-
derme con los rostros pálidos en (reorgia, á fin de
zanjar ciertas antiguas diferencias acerca de varios . |.
terrenos vendidos por nosotros, y que habian
sido origen de sangrientas contiendas provocadas
por hombres malvados de ambas razas. Cumpli
mi cometido le mejor que me fué posible; fuí á la
gran ciudad, donde los rostros pálidos tienen 12
gran casa del consejo, demostréles la justicia de
nuestras reclamaciones, y cerré nuevos tratados.
listo es lo que hice; y nuestro pueblo quedó con-
tento. :
Un murmulle de aprobacion confirmó las pala-
bras del jefe.
— Ya se recordará, l
traje relaciones amistosas con algunos rostros páli-
des, y tambien se tendrá presente que concluí tra-
DO LOS
continuó Oluski, que con- |