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LA CAUTIVA BLANCA.
— ¡Atrás! el primero que ose poner SU mano
sobre esta jóven, morirá.
Wacora miró 4 su primo con asombro; todas
las pasiones se agitaban en Su pecho.
—¡No hagais caso! gritó; está loco.
—No, no lo estoy, repuso Nelatu.
—Enxplicate pues, repuso Wacora.
—¡ Amo ála prisionera!
- La jóven, que habia escuchado h
inmóvil é ¡mp
manos.
La confesion de Nelatu causó la mayo! sorpresa
asta entonces
asible, ocultó Su rostro entre las
e su" primo,
to por la demanda d
de Alicia, 8
la valerosa conducta
nuevo.
— ¡Que muer
mento.
Un momento despues oyerónse
cioneg.
Los pobres cautivos habian dejad
CAPÍTULO XXXIUtr.
an! contestó, Per
HORAS AMARGAS-
Al dia siguiente levantaban los
pamento de Tampa Bay: las mujer
asi cómio por
e endureció de
o no en el tor-
varias detona-
o de existir.
indios el can-
es y los NINOS
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a Wacora, pero recobrándose al punto, acercóse
a la prisionera Y la dijo:
—Ya lo oís; Nelatu os ama.
Alicia dejó oir UN solloZO.
—Os ama, repitió Wacora; Y
vero vuestro infame hermano me
jer que yO adoraba. Sin embargo,
de Nelatu, Y conservareis la vida y
no la libertad.
— ¿Y estos? preguntó un guerrero 8
los demás prisioneros.
El corazon de Wacora, conmovido U
o tambien amé,
arrebató la mu-
accedo al ruego
el honor, mas
eñalando á
n momen-
La hermosa Cautiva.
seguidos de algunos guert
ciudad.
Con ellos iba Alicia
nera.
Wacora,Nelatu y el resto de
ido h reunirse con otros hombre
tomar parte en la guerra que se ex
mente por toda la peninsula.
Las peripecias Y alternativa
ban 4 los indios á traslad
un punto a otro; Y
no podian ir a su
para ver a los Suyo*:
Sansuta tenia algunos MmoX
pero muy pronto volvia á reca
Rody en clase de
asi es que Wacora y
ciudad sino inciden
“
os, Se dirigian 4 su 7
la tribu habian!
s de su raza para
tendia rápida:
s de la lucha obliga
arse continuamente
rentos de lucidez
er en su locura.