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—El marqués de Bonato es muy pere-
zoso—contestó Núñez— y trasnocha mu-
cho: no confío nunca cuando me da una
cita. ¡Es tan informal!...
—Será reconvenido por su falta de pun-
tualidad—dijo Margarita.
—Apuesto a que Luis de Nestal habrá
sido más exacto—dijo don Bernardo.
—Ese conoce el trabajo, y tiene la bue-
na costumbre de madrugar.
—Verdaderamente todo esto es muy
bello—excláamó Clotilde—: yo tengo de-
seos de vera los protegidos de usted,
Carlos. +61
—Como los pájaros,
parte del día en e
toda cuanta libertad quieren.
2 —¿Y cuándo veremos el estableci-
miento? 7, : beis de
_—Cuando ustedes gusten.
—Pascemos mientras llegan esos cala:
veras por el jardín—repuso Alamen—; de
pasan la mayor
ese modo no daremos tan:o que hacer al.
conde. oa :
-Oyóse el ruido de un coche que se dete-
nía delante de la verja.
-—Ahí están—dijo Carlos. :
Y efectivamente, Luis de Nestal y Bo-
nato aparecieron al extremo de la calle
de árboles. : Ma >
“ Carlos sacó del bolsillo un silbato de
plata parecido a los que usan los contra.
maestros de los buques, y se lo aplicó a
los labios. pe E PA
—¡Hola! ¿Se nos recibe a silbidos?—gri-
tó Bonato. Pt NE AA pe y :
. —Bien lo merece. usted-—dijo Marga-
rita. Dr a TO if
' una señal para llame
a mi servicio, Y
gunas órdenes.
Los convidados y los dueños de la Ca-
sa formaban un grupo en medio de la.
calle que conduc
cuya puerta apare u us
ni «marino; y a zando hasta donde
nedó cuadrado Co-
ra órdenes delas.
FOLLETIN DE EL MERCANTIL VALENCIANO
| jardín: les concedo
encamine.
eso, amigo mío. Esto no es
ra llamar a un
, al establecimiento, en
an Muro en tra-
a
mientras nosotros damos un paseo pot
el jardín y nos entretenemos en el estan-
que, el tiro de pistola y el billar, que se
reúnan en el comedor los huéspedes de
casa y que almuercen: no es justo que
les privemos “de sus costumbres. :
Juan, sin desplegar los labios, giró SO:
bre sus talones y se dirigió hacia la casd,
—¡Qué hombre tan original! —dijo Clo-
de.
—Es un pobre marino que recogí en
Africa, uno de esos infelices náufragos
que el mar arroja sobre las playas,
- —Diga usted más bien medio paufra-
go—exclamó el marqués de Bonato.
—Efectivamente, ha perdido mucha
parte de su cuerpo, Juan Muro es un
hombre de historia inverosímil, :
Al oír este nombre, Alamen se estre»
meció. TOS
Carlos advirtió el estremecimiento del:
banquero. | : ;
_ —¿Conque adónde nos dirigimos?—pre-
-gunió el conde de San Pablo.
-—¿No es usted nuestro cicerone?—dijo
Margarita—. Iremos adonde usted 108
— Entonces vamos al estanque; desde
alí al tiro de pistola... pues antes de en
trar en el establecimiento creo del caso
- que almorcemos. e ;
Perfectamente: en los días de camp
el almuerzo debe ser lo esencial—exclamó
Bonato—. Me gusta.mucho contemplar la
Naturaleza con el estómago lleno,
—Entonces en marcha. :
Luis de Nestal dió el brazo a la conde”
sa, Bonato a Margarita, y Carlos a Cl
a o A UI
Don Bernardo y don Jaime siguiero
detrás hablando de negocios, aunque NU
ñiez obsérvó que Alamen padecía de vez
en cuando algunas straccione
llamaban la atención, atribuyén:
«duda a algún mal negoci
Junto al estanque se hall ban u
y un niño jugando sl volable.