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FOLLFTIN DE El MERCANTH
VALENCIANO
-—El café ess una necesidad.
—Di más bien una costumbre que cues.
ta dinero.
,—Ayuda a la ¿eión:
ideas, esquiva el sueño,
—Aristóteles dormía sólo tres horas,
Marco: Antonio digería con la facilidad
de los avestruces, y Coión pensaba en
su nuevo mundo... Ninguno de éstos to-
maron café,
-—Como quieras. Pero, ¿en dónde nos
veremos?
-——En mi casa, calle de San Juan, nú-
Inero..., cuarto quinto.
— ¡Diantre! Eso es muy alto. Si te atre-
dee por una noche a faltar a tus Cos-
tumbres, te esperaría de ocho a hueve
en el, café de Pombo, Puerta del Sol; pero
tal vez tu Mujer...
despeja las
—Mi mujer tiene la buena costumbre
Ge no oponerse nunca a mis deseos; sabe
que en el matrimonio sólo es reina abso-
luta la esposa que se doblega como una
esclava.
(Celebro tu fortuna, pues no es. poca
encontrar una esposa de las condiciones
de la tuya. Pero, bucal 'a sabes que le
pereza es un mal auxiliar para los pre-
tendientes, por lo tanto, voy a deja'to;
quiero ver a, mi padriño, Espero que 00
faltes esta noche.
—Sere puntual.
-—Pués' entohices en el café charlare-
mos.
—Y me darás cuenta de tus pretensio-
nes en el ministerio de Ultramar.
Los dos amigos se abrazaron, tomando
despuésada cual una dirección opuesta.
Antonio apenas había dado tres pasos).
cuando se detuvo, y voiviéndose, llamó
de nuevo a su amigo.
—¿Qué ocurre P—preg cuntó Bernardo uN
trocediendo. o.
—Chico, me había olvidado decirte que,
aunque pobre, tengo ahorrados. dos mil
reales, y si necesitas algo...
Bernardo estrechó la mano de Antonio
y dijo:
—Eres un buen amigo: le agradezco el
ofrecimiento.
—Pues lo dicho, dicho, y sin cumplidos,
—Gracias, Antonio.
Y se separaron, satisfecios ambos, pa
ro de bien PAstinto modo,