e OE FOLLETIN DE EL MERCANTIL VALENCIANO
Santiago preguntó con marcadas mues-
tras de gozo:
—¿De retirarme a un pueblo?
—SÍ,
-—¿Y cómo es eso?
—Aceptando la plaza de preceptor en
casa del conde de San Pablo,
—¿Tiene hijos?
—Uno que desea educar en su casa so-
lariega; magnífica posesión situada en
los montes de Asturias,
—Pues acepto, y me retiro gustoso del
mundo. ¡Oh! Es usted siempre mi ángel
protector,
Al día siguiente, don Luis de San Pa-
blo y Santiago Jiménez ARAS una €n-
trevista,,
Al separarse, Santiago era preceptor
de Carlos, y el conde estaba encantado
de la ilustración del mentor de su hijo.
Desde este instante y en el transcurso
de ocho años, no tuvo el conde ni una
sola vez motivo para arrepentirse de ia
elección que había hecho,
Carlos de San Pablo hacía rápidos y
- asombrosos adelantos en todas de q. A
terias,
El conde estaba. satisfezho del precep
tor de su hijo,
El discípulo amaba al maestro con el
cariño de un hijo,
En cuanto a la condesa doña Magda-
lena, era una de esas señoras a quien to=
do el mundo ama y respeta desde el mo-
mento en que se las conoce.
Santiago llegó a ser de la familia, y
sólo deseaba terminar tranquilamente
sus días en aquella casa practicando
obras de caridad e inculcando sus cono-
cimientos en la mente. del joven: Carlos
de San Pablo,
Además enseñaba, durante las veladas,
a. leer y a escribir a todos aquellos que,
sintiéndose con. vocación para ello y Ca-
reciendo de recurscs, llegaban a pedirle
un poco de ilustración.
Lo que llevamos escrito en los tres últi.
mos capítulos no son más que antece-
dentes de la vida privada del honrada
Santiago Jiménez.
Terminados estos detalles, nada tan
lógico como volver a continuar la narra-
ción de la novela desde el punto en que
la hemos dejado, es decir, desde aquel
en que el preceptor colocó una silla jun-
to al lecho del enfermo para escuchar lo.
que el padre de su discípulo iba a de-
cirle,