Full text: Tomo 1 (001)

EL PAN DE LOS POBRES 
  
“Sin embargo, el silencio de su mari: 
0 es una esperanza, 
¿EY diga usted, señor: ¿va usted a de- 
Cirle que naufragó? 
No; es preciso inventar una. historia, 
Porque siempre tienen que ignorar la 
Verdad. He ofrecido a don Bernardo que 
_Slardaría el secreto, 
Oro usted disponga, 
o , entarás en casa de de ña 
gueda; y luego, oye y calla, sin contra» 
Marme 'punca, 
—Está bien. 
¿El coche se detuvo en la calle del Ave 
i María, delante del portal número 27, 
Aquí es—dijo Juan. 
-—Bajemos—repuso el conde.  : 
Cuando el conde entró en el portal an- 
Osto y largo de la casa serían las tres 
8 la tarde. 
uan subía delante. El conde le seguía 
8. 
ando llegaron. al corredor de la bu- 
ardilla, el marino dijo extendiendo el 
. 
. 
Aquél es mi illo éste el de doña 
Ueda y sus hijos. 
“Pues bien, lama, - 
Juan obedeció. 
_Leóncia fué la que sali a Deóins 1%. 
| lerta, 
Al ver a su vecino, exclamó: 
¡Ah! ¿Es usted, señor Juan? 
"ero viendo detrás al conde, que con 
+ Sombrero en la mano la saludaba con | 
Cabeza, se turbó y dijo: 
¡Madre! ¡Antonio! Aquí está nuestro 
ecino con pia, caballero. 
arlos se quedó en la puerta; has. 
doña 
ndo una voz, que era la de 
Sueda, que le decía «Adelante», entró 
po, que Aptonio salía a su encuen» 
' Buenas , tardes, vecinos — repuso 
-+ vengo a presentar a ustedes a 
otectór el señor conde de San Pa- 
El señor conde nos honra sobrema- 
Subiendo hasta ética buhardilla 
bantocalo mio -mfo—Fepuso. a 
O cuando uno entra en la morada. 
los hombres de “bien, aunque sea ? 
Y, él es el honrado, y muy mucho. 
"Pero dad una silla a ese caballerane 
calera es cansada—dijo Agueda, 
indos 
s Jodestós vecinos de Juek Muro on 
lap n algo o embarazados en presencle 
no había ol 
POSO, Ajó C 
moles 
acias, arena: Carlos sen ca 
trario - — tn dae Antonio" Somos Po 
del conde; pero pronto les inspiró con- 
«fianza la 
--—Ustedes—continuó el O 
bondadosa sonrisa de Carlos. 
1de—extraña- 
rán sin duda esta visita inesperada, ] 
¿Por qué negarlo?—contestó Anto. 
nio—. Nosotros, por nuestro buen amigo 
“el señor Juan Muro, sabíamos que el con- 
de de San Pablo no se desdeña en subir 
a las buhardillas ni en llamarse el lMer- 
mano de los pobres; pero a la verdad, 
no esperábamos... 
—¡Ah' ¿Conque Juan, según Parece, ha 
; enter ado a ustedes?... 
Soy agradecido, señor conde—repuz 
so Muro—, y nunca vivido a mis pl 
hechores, ad 
—Sin duda nuestro wieitoaja la ma. 
—dre-—habrá dicho al señor conde que mi 
hijo Antonio se halla sin colocación hace 
algunos días.' 
Si, lo sé-——contestó el soñe; pe 
—El comerciante—dijo Antonio--en Cu. 
ya casa me hallaba empleado llevando el 
libro mayor, ha tenido a bien RENA. 
Se había hecho muy rico. 
El conde, que con una sola ojeada ha- 
bía abarcado la modestia de la habita= 
ción, gozándose en el seno: de AQuida 
familia honrada, “repuso: 
- —Afortunadamente no lendrál ustedes 
necesidad de nadie, de hoy en adelante, 
pues vengo a —participarles una noticia 
da la mayor importancia, we 
Todos los ojos se Bjatol. en el conde 
con marcada uriosidad. 
- Carlos, sin bañidonar su cariñosa Son+ s 
isa, continuó: e 
Estoy seguro que no adivinan uste 
des, por mucho que lo piensen, la causa 
de mi visita; y por lo tanto, lleno de ale» 
gría, y gozando de antemano en la co- 
misión que voy a desempeñar, ja e a 
"ustedes que se BENpuzAn a resiblr = 
gran Papi ' 
Doña Agueda, que | 
idado £ ni una hora. a su pon a 
en Carlos. 
“Conociendo el b he 
for conde—dijo Mao la a 
iene a ofrecerme algún destino. 
He dicho antes, y lo repito ahora; 
que desde hoy. no negarlo usted. destino 
que e el lor conde se tome la 
de recordar que se halla en una 
buhardilla, puede convencerse de lo con- 
yy cobre sobre todo, e | 
  
: veais sus tristes ss, dE a
	        
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