EL PAN DE LOS POBRES
“Sin embargo, el silencio de su mari:
0 es una esperanza,
¿EY diga usted, señor: ¿va usted a de-
Cirle que naufragó?
No; es preciso inventar una. historia,
Porque siempre tienen que ignorar la
Verdad. He ofrecido a don Bernardo que
_Slardaría el secreto,
Oro usted disponga,
o , entarás en casa de de ña
gueda; y luego, oye y calla, sin contra»
Marme 'punca,
—Está bien.
¿El coche se detuvo en la calle del Ave
i María, delante del portal número 27,
Aquí es—dijo Juan.
-—Bajemos—repuso el conde. :
Cuando el conde entró en el portal an-
Osto y largo de la casa serían las tres
8 la tarde.
uan subía delante. El conde le seguía
8.
ando llegaron. al corredor de la bu-
ardilla, el marino dijo extendiendo el
.
.
Aquél es mi illo éste el de doña
Ueda y sus hijos.
“Pues bien, lama, -
Juan obedeció.
_Leóncia fué la que sali a Deóins 1%.
| lerta,
Al ver a su vecino, exclamó:
¡Ah! ¿Es usted, señor Juan?
"ero viendo detrás al conde, que con
+ Sombrero en la mano la saludaba con |
Cabeza, se turbó y dijo:
¡Madre! ¡Antonio! Aquí está nuestro
ecino con pia, caballero.
arlos se quedó en la puerta; has.
doña
ndo una voz, que era la de
Sueda, que le decía «Adelante», entró
po, que Aptonio salía a su encuen»
' Buenas , tardes, vecinos — repuso
-+ vengo a presentar a ustedes a
otectór el señor conde de San Pa-
El señor conde nos honra sobrema-
Subiendo hasta ética buhardilla
bantocalo mio -mfo—Fepuso. a
O cuando uno entra en la morada.
los hombres de “bien, aunque sea ?
Y, él es el honrado, y muy mucho.
"Pero dad una silla a ese caballerane
calera es cansada—dijo Agueda,
indos
s Jodestós vecinos de Juek Muro on
lap n algo o embarazados en presencle
no había ol
POSO, Ajó C
moles
acias, arena: Carlos sen ca
trario - — tn dae Antonio" Somos Po
del conde; pero pronto les inspiró con-
«fianza la
--—Ustedes—continuó el O
bondadosa sonrisa de Carlos.
1de—extraña-
rán sin duda esta visita inesperada, ]
¿Por qué negarlo?—contestó Anto.
nio—. Nosotros, por nuestro buen amigo
“el señor Juan Muro, sabíamos que el con-
de de San Pablo no se desdeña en subir
a las buhardillas ni en llamarse el lMer-
mano de los pobres; pero a la verdad,
no esperábamos...
—¡Ah' ¿Conque Juan, según Parece, ha
; enter ado a ustedes?...
Soy agradecido, señor conde—repuz
so Muro—, y nunca vivido a mis pl
hechores, ad
—Sin duda nuestro wieitoaja la ma.
—dre-—habrá dicho al señor conde que mi
hijo Antonio se halla sin colocación hace
algunos días.'
Si, lo sé-——contestó el soñe; pe
—El comerciante—dijo Antonio--en Cu.
ya casa me hallaba empleado llevando el
libro mayor, ha tenido a bien RENA.
Se había hecho muy rico.
El conde, que con una sola ojeada ha-
bía abarcado la modestia de la habita=
ción, gozándose en el seno: de AQuida
familia honrada, “repuso:
- —Afortunadamente no lendrál ustedes
necesidad de nadie, de hoy en adelante,
pues vengo a —participarles una noticia
da la mayor importancia, we
Todos los ojos se Bjatol. en el conde
con marcada uriosidad.
- Carlos, sin bañidonar su cariñosa Son+ s
isa, continuó: e
Estoy seguro que no adivinan uste
des, por mucho que lo piensen, la causa
de mi visita; y por lo tanto, lleno de ale»
gría, y gozando de antemano en la co-
misión que voy a desempeñar, ja e a
"ustedes que se BENpuzAn a resiblr =
gran Papi '
Doña Agueda, que |
idado £ ni una hora. a su pon a
en Carlos.
“Conociendo el b he
for conde—dijo Mao la a
iene a ofrecerme algún destino.
He dicho antes, y lo repito ahora;
que desde hoy. no negarlo usted. destino
que e el lor conde se tome la
de recordar que se halla en una
buhardilla, puede convencerse de lo con-
yy cobre sobre todo, e |
: veais sus tristes ss, dE a