don Antonio Gutiérrez, ega
millones de duros; rasgo que, siendo jus-
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del banquero español Alamen, le mandó
a buscar para confesárselo todo «y entre-
garle, no sólo la fortuna que había ro-
bado, sino-lo que con ella había ganado;
es decir, cuarenta millones de reales, .
—Busque usted en España, y en parti-.
cular en Madrid, a la familia de Antonio
Gutiérrez; en esa cartera se halla el tes-
tamento de su tío y algunos papeles que
le pertenecen, y en esa taja, en billetes
de Banco, toda la fortuna que poseo.
Cuando usted 'lós encuentre, cuando les
entregue ese tesoro, que es suyo, diga
usted que me énvíien su perdón, que re-
cen por aquel que les ha tenido por €s-
pacio de quince años privados de todo
cuanto les pertenecía, o
Carlos se detuvo. iS
La historia que acababa de inventar
tenía absorto'a Juan Muro, pero no se
atrevía a contradecirle, Ed :
Conociendo los sentimientos del conde,
estaba persuadido hasta la evidencia que
no había de dejar sin más castigo que
la devolución de los millones el crimen
de Bernardo. a OS
+ Esperó, pues, guardandó silencio,
- Antonio, confundido ante aquella his-
toria que le hacía millonario “de repente,
y recordando algunos delalles del nau-
tragio del bergantín «Saeta», no sabía a
qué atenerse. sde
- Ea' cuanto a doña Agueda y Leoncia,
ni un solo momento se regocijaron vién-
dose tan inmensamente ricas.
Garios sontnÓs e
Afortunadamente los cuarenta millo-
nes cayeron en, buenas manos; y esta
noche el banquero don Bernardo Alamen,
en presencia de los documentos que acre-
diten que ustedes son los herederos de
to, enaltecerán mañana la prensa y los
¡Abi ¡360 5d,
caballero! — exclamó
- ¡Agueda—. Ese banquero debe ser muy
- honrado cuando no le. tenté la codicia,
cuando pudiendo callar, pues todo el
mundo lo ignoraba, nos devuelve una $u»
ma tan importante. AS
- —¡Cuarenta millones!—repuso Antonio, :
cuarenta millones que no lé pertenece”
por lo tanto, yo vendré a buscar a us
- que apenas volvía de su ASOMbTo.
—¡Cuarenta millones!—repitió Leoncia
sin saber lo que le pasaba,
A pr 2 e
> Cuarenta millones—dij> la madre con
admirable frialda(
Ja vida demi querido esposo, o al mengs
por haberle asistido durante su enfermé-
ldad—que yo trocaría por
dad, y haber recibido su último suspiro.
Eos
wez a Luis de Nestal, y le veía
entregará dos
Cuarenta millones; precio de la vida de:
vuestro padre. :
-—Ahora sólo me resta decir que Juan ,
Muro, a quien teniendo sóspechas de qué
ustedes eran los heredero: de Antoni0
Gutiérrez, le hice alquilar la habitación
de enfrente, nos ha servido de muchó
en esta ocasión, pues nos ha hecho C0-
nocer que existen seres que tienen en
más el cariño desinteresado de la fami-
lia que el brillo deslumbrador de los Mi-.
llones. A qe :
Antonio tendió una maro al.conde. —
Agueda y Leoncia hicieron lo mismo.
-—No crea usted, caballero, que al ver
entrar por la modesta puerta de nuestra
buhardilla tan colosal fortuna, van a €n-
greirse nuestros corazones, Por mi mar
dre, por mi hermana, trabajo desde |!
edad de catorce años. Con ellas he dis-
frutado horas de dulce paz bajo este hu-
milde techo, y bien sabe Dios que no he
de separarme de €l sin derramar algU*
nas lágrimas. En este” momento se M8
ocurre comprar esta casa, y tener está
habitación como uno de esos gratos re-
cuerdos de familia, EE ay
¡Ah! ¡Sí, hijo mío, sí, la comprarás!
Léoncia dirigió una mirada de agrade-
cimiento a su hermano. ERA E
Veo que he adivinado tu pensamien-
to como siempre—repuso Antonio som”
riendo—, Mi hermana, señor conde, no
olvidará nunca la ventana de su buhal*
dilla. ds ARO a IN Ad : k
Leoncia se ruborizó, porque las pala-
bras de Antonio le recordaban que desde
aquella ventana había visto por primer8
todas 1a9
mañanas antes de que marchara a la of
—El pensamiento de adquirir esta cas4
“encierra un poemá de ternura, de grati:
tud—dijo el conde—. Mañana mismo po-
demos ver al dueño; y bien vale la pen
de que se malgasten algunos miles de
duros, pagando el capricho, hijo de !
ternura del corazón, Ahora sólo me 5e*
ta decir a ustedes que esta noche a
- ocho tiene el banquero Alamen citáde
us
un notario para hacer la entrega de ha
des. y de
- Al conde nada le quedaba por entoncé
que bacer en la buhardilla; así es qu
despidió de la familia de Agueda,
Cuando la madre y los dc
hijos
.
nad
- quedaron solos, se miraron los un
DA