Full text: Tomo 1 (001)

al 
EL PAN DE LOS, POBRES... 13 
  
«Pues yo prefiero vivir abajo que 
- 8rviba, 
—¿Y dónde vives? 
—Junto a las tejas, 
—¿En una buhardilla? 
Sí; y no está mi pecho para. subir 
- tantos escalones. Además, la convenien- 
- Cia me obliga a trabajar en el patio. Aquí 
todos vienen a traerme composturas; 
arriba, por no subir tan alto, no vendría 
<hadie. Así es que tengo que ir subiendo * 
“y bajando todos los chismes, lo que me 
- molesta bastante. 
Juan, que escuchaba con gozo al remen- 
dón, se dió una fuerte palmada en la 
frente como si le asaltara una gran idea, 
y exclamó: *. 
“Se me ocurre una Cosa, 
¿Y qué cosa es esa? 
2 —Tú prefieres el patio, ¿no es eso 
—SíÍ, 
"Y yo estoy “por la buhardilla, 
—Bien, ¿y qué? 
- -—¡Toma! Nada más sencillo: tú £omas 
€se cuarto y me Ae a mí la buhar.i- 
la. 
A —Sí; pero hay un: inconveniente. 
——Sepamos cuál. 
¿Que mi buhardilla renta Nina 
éales y el cuarto ese cuarenta y ocho. . 
—Es verdad. 
—Por 10 demás, a mi era una cosa que 
e convenía. 
Juan fingió que meditaba, 
de una ligera pausa, repuso: 
«Estoy tan harto de buscar habitación 
barata en esta calle que yOy 4 hacert 
Una proposición., p 
: ¿Cuál? 
es... 
y —Pero, Y si no me los das? 
de —¿Descontías de mí? 
- —¡Hombre, si apenas te conozco! 
—Tienes razón; cas para A 
engo un médio.. 0... 
—Tú dirás. PN 
YO alquilo al casero el cuarto bajo. 
“Perfectamente. 
ago el primer mes y extiende el re- 
a mi nombre. Todos lns meses cuan- 
enga a cobrar tú pagas los cuarenta 
sales y de la buhardilla que ye ninio: 
a... .. 
y después : 
—Darte yo: todos. los meses los ocho rea- 
: eiii 
y yo pago los cuarenta y ocho reales del 
cuarto que tú ocuparás. De este modo, 
el día que yo no pague te subes a la 
buhardilla; yo cargo con lo que pueda 
acontecerme, 
—Pues mira, todo eso que me has di- 
cho vence las dificultades, y a paí no se 
me había ocurrido. ] 
—¿Convienes en ello? 
-—SÍ, hombre, y me haczs un favor, 
—Vamos a celebrar el. trato echándo- 
nos una copa entre la espalda y el pe- 
cho. ' 
Y el zapatero y Juan Muro se dirigie- 
ron a la taberna inmediata a celebrar, 
como hace la gente del bronce, con algu- 
nas libaciones lo que habían convenido, 
e... den. e... :0 so ..o ... e. e... eo. TR ... o... 
La edo del día-que nos ocupa, Juan 
Muro se hallaba instalado en la buhardi. 
lla; bien es verdad que lcs muebles que 
la decoranán no podían ser más modes- 
tos, reduciéndose a un catre de tijera, 
dos sillas, una. mesa, una palmatoria 
de barro, un cofre viejo, y una cesta pa- 
ra guardar las provisiones, 
En cuanto a los enseres de cocina, na- 
da más sencillo... no tenía ninguno. Juan 
Muro comía en la fonda; nada, po8%, 
necesitaba, : 
Cuando se halló instalado en su nueva 
habitación, que daba frente por frente a 
la de Leoncia, la joven, que ya conocen 
nuestros lectores, se sentó e una san 
y se dijo:: : 
—Lo primero. está hecho. Al oscurecer 
iré a dar parte al señor conde de mis 
trabajos. Mientras llega esa hora, fume- 
mos tranquilamente una vipa y veamos 
de qué modo logro captarme la amistad 
de mis vecinos, “Pero eso debe ser fácil: 
los pobres se hacen pronto amigos, y yo 
tengo además una ventaja: soy un infe- 
-Yiz inválido que tiene una historia muy 
'entretenida. 
Juan abrió la puerta. de su cuarto, se 
sentó en una silla, y con toda la impasi- Td 
- ble gravedad del hombre que ha cumpli- 
do con su ber qual se puso a Cargar la 
pipa, dirigiendo iradas “de vez en cuan- 
do a la: puerta de la buhardilla de en-' 
 
	        
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